Mi memoria de días acumulados
me habla de una noria del tiempo. Hoy dice el calendario que, en Occidente, ha
comenzado un año nuevo. El refrán afirma que ‘muerto el perro se acabó la rabia’.
Va a ser que no. Esto solo ha cambiado en la hojilla del almanaque.
La tradición tiene por
costumbre que tres días al año no salía prensa escrita: Nochebuena, última
noche del año y Sábado Santo. Las
noticias se guardaban en un cajón porque como dice el Maestro Alcántara no hay nada
más viejo que un periódico de ayer…
Ahora con los digitales, - los
periódicos digitales, claro-, las noticias saltan a cada momento y no pueden
contenerse en el silencio. La verdad que da lo mismo porque como casi todas son
tan malas como las que despedía los últimos días del año…
Domingo Arlandi era todo un
personaje. La vida no le regaló nada y le regateó casi todo. Se lo llevan a la
mili y casi sin haber desembarcado se gana las dos primeras galletas de las
muchas que le iban a venir después. No se inmutó. “Como sigáis así - cuentan que dijo – que bulla vais a tener aquí”…
Me temo eso que usted está pensando. La cosa pinta nada más que regular.
Alguien afirma que nunca se
hacen más buenos propósitos que en esto días. Yo he tenido la suerte de
escuchar muchos de los que no se van a poner en prácticas. Tampoco he tenido
mucha suerte y no he escuchado a nadie que diga que va a estudiar uzbeko,
karapalpako o kirguís, con lo útil que deben ser esos idiomas para observar el paso
de tórtolas por calle Larios… ¡Vamos, digo yo!
Mi memoria selectiva me hace
separar churras de merinas y veo como se escurren las nubes de paso sobre la
caliza del Torcal, como han florecido los almendros a pesar de todo lo que nos
rodea, y como el campo donde los ‘pujales’
nacen con mucho, pero que con mucho trabajito porque no quiere llover, se
festonea de puntadas blancas en las flores que anuncian que la noria sigue…
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