domingo, 13 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Oración del recuerdo





Gracias, Señor, por el sol de cada mañana que salía por el Monte de las Tres Letras.

Gracias, Señor,  por las palmadas y la voz que Prefecto que,  indefectiblemente, llamaba cada día a las siete y diez; los domingos, a ‘y media’.

Gracias, Señor,  por el agua fría del grifo del lavabo y el afeitado rápido que despertaba del  sueño.

Gracias, Señor, por esa media hora de meditación (¿?),  y por celebrante que, cada día, vestía con el color del tiempo litúrgico.

Gracias, Señor, por el café con leche y el pan con aceite y el mármol frío de la mesa del comedor…

Gracias, Señor por la campana que anunciaba el término del tiempo de hacer la cama, y el comienzo y el fin del estudio, de la clase, del recreo; de asistir al comedor…

Gracias, Señor, por don Rafael y don Andrés, y don Remigio, y don Ángel, y  don Emilio Mandly – que nos enseñó Geografía – y don Tiburcio y don Juan Luna que me hizo tener pánico – a él, y a las Matemáticas – y por todos los otros que se me quedan en el tintero.

Gracias, Señor, por la galería de la obediencia con sus mensajes: “Hodie”, “Cras”, “Cuco”… y por su mosaico de piedrecitas en blanco y en negro y por la luz que entraba por sus arcos y la otra, la que venía desde de la ventanas a los salones de techos altos, y por la luz más importante de todas, la que Tú nos hacías brotar dentro…

Gracias, Señor, por la Virgen Blanca del Recreo. ¿Seguirá allí en su mármol blanco y con la nariz rota por una pedrada perdida? ¿Seguirá su concha a modo pilar sin agua a sus pies?

Gracias, Señor, por Rafael que traía a los profesores, puntualmente,  a  las clases, y el guarda que nos contaba historias con su escopeta de sal, y Diego, el barbero, que daba unos tirones de pelo…

Gracias, Señor, por María Rosa y por Pepe. Ella, en la portería nos avisaba de la visita y de la llegada de la talega; él, de andar cansino, con babuchas y arrastrando los pies, nos decía con su tintineo de llaves que había llegado la noche.

Gracias, Señor, por todos los muchachos con los que me hiciste coincidir, en el espacio y en el tiempo, y por el lugar, y por todos los que me dieron lo mejor de ellos mismos…



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