miércoles, 28 de enero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer de la patera

                                  
Llegó la barcaza a esa hora del amanecer cuando más aprieta el frío. No había salido aún  el sol pero ya no se veían las estrellas. Un barco de pesca los divisó en alta mar. Iban a la deriva, al devenir de las olas, del miedo, de la zozobra de quien está a punto de llegar pero…

Unos hombres con uniformes verdes; otros, con ropas rojas y una cruz marcada; unas mascarillas y guantes blancos; una ayuda de humanidad a otra humidad que viene de no se sabe dónde, que busca y busca y, dentro de todo, huyen. Graznaban las gaviotas.

En el puerto había otros barcos. Bajaban uno detrás de otros; les abrigaban con mantas. Los cuerpos estaban contraídos con los músculos agarrotados y ateridos por la humedad de la brisa de la noche.

La mujer tenía los ojos grandes. Muy grandes. La mujer tenía unos ojos como la luna que algunas noches subía en el horizonte y se colaba por entre las ramas de los baobabes  y las acacias de la sabana y, luego se perdía en el cielo por encima de la chozas del poblado.

Sus manos eran grandes; sus ropas, de colores raros; su vestido llegaba casi hasta los pies. Calzaba unas chanclas de goma y enseñaban unos pies que han andado mucho camino; estaban raídas sus uñas y los talones llenos de callosidades.

La mujer encerraba en su mirada miedo y tristeza. Preguntaba sin palabras; miraba como un animal asustado; recelaba, obedecía, seguía las indicaciones. Sabía que aquellos hombres no eran como los otros hombres del camino por desierto. Aquella noche maldita…, el sabor salado de la sangre en la boca, el dolor intenso del desgarro que le impedía andar. Mucho; demasiado llanto.


La mujer y todos los demás se perdieron detrás de una puerta de cristales traslucidos. Una nebulosa pasó por su recuerdo: el poblado; los muchachos que pastoreaban el ganado; los felinos agazapados con sigilo entre las hierbas altas;  las estrellas en  la noche del desierto; las arenas ardientes; el asombro ante la inmensidad del mar y pensó que había llegado a la tierra de promisión…

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