León Tolstoi publicó una de las grandes novelas de la
historia: Ana Karenina, en 1877. Es su gran obra. Tolstoi refleja a los
personajes con una maestría excepcional y los inserta en los paisajes.
De Ana Karenina trascribo un párrafo al azar: “Se acercó a las montañas de
nieve, en las que, entre el estrépito de las cadenas que hacían subir los
trineos, sonaban voces alegres. Unos pasos más allá se encontró ante la pista y
entre los que patinaban reconoció inmediatamente a Kitty”. ¿Se puede contar mejor?
Tolstoi reflejó una Rusia que ya no existe. Era la Rusia
anterior a la revolución que traería el comunismo unos años después. La lectura
de la gran novela refleja, también las diferencias sociales existentes – ahora,
también - entonces; amores imposibles, hipocresías, infidelidades…
Cuándo dentro de un tiempo los que lean a los novelistas de
hoy ¿sacarán las mismas conclusiones? Alguien ha dicho que la gran novela de la
actualidad la escriben los titulares de las cabeceras de los periódicos. Puede.
No estoy en desacuerdo.
El Lazarillo de Tormes nos contó cómo era la sociedad
española de aquel siglo, el XVI, y por lo que nos contó supimos de la España
rezadora y en ruinas; de nobles con más hambre que títulos; del pícaro que
engaña al ciego comiendo uvas en el vallado de la viña…
Del vistazo a la prensa de hoy me quedo con la muerte de un
hombre joven. Lo habían envidado a un país lejano. Estaba con las Naciones
Unidas (¿?) en una tierra donde un loco predicó la paz, el amor, la mano
tendida entre los hombres… Y, miren cómo
terminó el loco y cómo está aquello.
Me vienen también ante los ojos las disputas por el poder;
las zancadillas permanentes; la intolerancia… Este mundo está hecho añicos.
Como el final de Ana Karenina, como la vida misma que nos toca vivir a pesar de
todo.
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