Dice la mitología que las musas vivían en el monte Helicón o
en el Parnaso. Dice, también, que eran hijas del padre de todos los dioses, o
sea, Zeus y que su relación con los seres humanos era de tal índole que, en
ocasiones, influían y condicionaban su vida.
En otro lugar la mitología las identifica con las ninfas que
se las andaban por los cañaverales de
los ríos, en las fuentes, en los recatos de agua con mucha vegetación y
flores. Es decir en un lugar donde la belleza siempre se imponía.
Las musas mitológicas no tenían relación como se cree, a
veces, con las actividades artesanales y sí con otras que marcaban más: la
historia, la música, la elocuencia, la retorica (por cierto cuando se ve cómo
hablan algunos personajes públicos se viene a la mente que estén reñidos entre
sí)… y, así, hasta nueve.
Salvador Dalí conoció a Gala en Cadaqués. Enamoramiento,
vida azarosa y Dalí que la pregonaba como su musa; ella decía que lo había
salvado de la locura. Cuando hay tanto dinero como el que existió en la vida
del genio, uno se pregunta dónde queda la raya que determina la locura.
Mingonte publicó una
viñeta en ABC. Velázquez tiene sobre su mano izquierda la paleta. Asoma el
pulgar; en la derecha, el pince. Delante el cuadro de Las Meninas y, en voz alta y va dice: “hay días en que a uno
no se le ocurre nada”.
Joan Manuel Serrat compuso una canción donde pregonaba que
sus musas debían andar de vacaciones y que por “halagarte para que se sepa /
tomé papel y lápiz / y esparcí / la prendas de tu amor, / sobre la mesa…”
Y cuando el día está ventoso y frío; desapacible e invernal
y ulula el viento en las chimeneas y llega un mensaje de mi musa: “¿Sabes? que
yo no dirijo tus artículos, pero mañana pon algo más calentito, es decir, que
no toque nieve.” pues ya ven…
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