El viajero subió a la Contraviesa desde
Albuñol por Albondón y llegó a Cádiar a eso del medio día. El Guadalfeo – el
río de hierro – corre por un valle de árboles sin hojas y riberas sin pájaros;
es invierno. La sierra está ahíta de nieve.
Tienen a medio podar las parras;
algunos almendros se han vestido de flores. El viajero que es muy preguntón se interesa por la manera de ir a la
Fuente Agria de Narila. Un viejo le indica y lo manda por calles estrechas. Hay un gato
rubio calentándose al sol medianero sobre una tapia.
Porque es medio día y, a estas
horas, hacen ganas de comer y porque
hasta Cádiar se llegó buscando las migas
– otro día comió unas también excelsas en Murtas – el viajero las encarga y
vuelve al rato y da cuenta de ellas.
(Las migas se hacen con sémola y
agua y se acompañan de torreznos, aceitunas, pimientos rojos secos y fritos,
sardinitas saladas, pepinos, morcilla, chorizo, gajos de naranjas…). El viajero
y el ‘vino Costa’ siempre se han llevado bien por lo que encomendó una jarra de
vino del país y, mutuamente, no se ofrecieron resistencia.
¿De postre?, le preguntó a una chica morena y
poco entrada en carnes, de nariz aguileña y el pelo lacio y largo.
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“Teneos manzanas, ¿sabe usted? son de mi pueblo,
de Los Berchules”.
El Viajero que gusta andar por
caminos no recuerda un perfume como el ofrecido por la dos piezas servidas en
un platito de cerámica.
En Cádiar hay mercado los días tres y
dieciocho de cada mes.Venden ropa, zapatos, paraguas, calcetas, cds, frutas,
flores, alfombras, collares, gafas de sol, anillos y bisuterías, gorras,
bufandas, cuadros de vírgenes y del Corazón de Jesús, de san Antonio,
ganchillos, colonias, llaveros, telas, monederos, juguetes, pinturas,
estampitas de santos, aceitunas; reclamos de perdiz “auténticos de Castellar de
Santiago”, que, como yo, debes saber,
que está en Ciudad Real, y estos pollos son de granja.
El viajero, con la tarde, reemprende camino. Sabe
que se deja allí, ‘la fuente del vino’ y la capitalidad histórica, por poco
tiempo, del sublevado Aben Humeya, allá por los tiempos del Rey Nuestro Señor
Don Felipe, el II.
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