Noche,
fría; escarcha en la umbrías. Luna de enero en cuarto menguante; la primera
luna del año, espléndida, se pasea por un cielo con nubes altas; dicen que está de
paso un frente atlántico.
La
madrugada va lenta. Ladra en la lejanía un perro. Ya no rompe el silencio el
silbido de los trenes. Hace mucho tiempo que no circulan cruzando la noche
camino de su destino; yo, entonces, como ahora, leía…
Recalcitrante, escucho música; Los Reyes me han traído,
entre otras cosillas: música y libros.
Un puñado de libros. “El día que España derrotó a Inglaterra”, Pablo Victoria,
Ed. Edaf. “El viento de la luna”, Antonio Muñoz Molina, Ed. Seix Barral. “Los
girasoles ciegos”, Alberto Méndez. Ed. Anagrama…y, mi amigo Juan, para que me
‘ambiente’, me deja una guía de Italia Norte. ¡Qué cosas se le ocurren a este Juan!
Mi
egoísmo me hace huir de la literatura realista.
De joven tuve afición por el cine del neorrealismo italiano. Sentí como alguien
mío aquel Bruno de Ladrón de bicicletas.
La realidad, después, me hizo desistir. He desistido de tantas cosas en la vida
que, ahora, cuando el tiempo tiene más valor que la materialidad de las cosas
me siento desasosegado e inquieto.
La libertad que da el inconformismo no sólo es
patrimonio de juventud. No quiero más mediocres que me dicen lo que tengo qué
pensar, qué hacer, qué decidir… No, que se queden por ahí. ¿No han visto las
sandeces que dicen a raíz de la masacre de Paris? Gracias a ellos a uno le
queda la satisfacción de ir por el otro raíl de la vía.
En Bélgica
saltan las alarmas; en Alemania, también. París no para…. El Papa Francisco ha
hecho unas declaraciones donde rebosa el sentido común. Enero que dijo adiós a
las fiestas llama a la realidad en las mañanas de escarcha y frío, por fuera, y
por dentro.
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