sábado, 24 de enero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Conejos

                                               
Este Papa es un milagro; este Papa es un peligro. Y si se sube en un avión entonces ya, ni hablamos. Debe ser porque  tiene ‘a mano’ a su Jefe y se siente seguro. Este Papa rompe moldes y costumbres y como se descuiden hace añicos hasta a la mismísima Curia Romana.

Vino de la tierra del tango; ‘che’, vino de ese lugar que dicen los que han estado allí,  que es un sitio tan distinto a todos que los argentinos se dividen en dos: los de  Buenos Aires y el resto. De allí se trajeron al tal Francisco.

En el avión que lo devolvía desde tierras del Oriente lejano va y se deja caer con un bombazo: “para ser buen católico no hay que tener hijos como conejos”. Más o menos. Ha hecho una llamada a la paternidad responsable. Y, de paso, parece que una llamada de  atención a los moralistas que legislan desde detrás de las mesas de los despachos.

Desde que llegó al Vaticano tiró por las calles que no han tirado otros: se va a vivir a Santa Marta, comienza las reformas con cargas de profundidad, zarandea a cosas parecidas con las sectas, dice lo que no es ‘políticamente’ correcto y habla de pobres, emigrantes, de las miserias. Denuncia conductas impropias de hombres de Dios. Escandaliza a los que se aferran a las púrpuras del poder…

Este Papa ha hecho algo que hasta ahora parecía impensable: lleva los zapatos viejos, viaja en un coche normal, come en la mesa con la gente, abraza a los que muchos les vuelven las espaldas y denuncia que lo mundano “aturde más que el aguardiente en ayunas”.


Lo de los conejos parece que ha sonado mal a más de un pusilánime. Eso es lo de menos. Lo que se ha llevado por delante es que si píldora, que si preservativos, que si control de natalidad. Mucha tela; mucho cambio viene por no se sabe qué aires celestes aunque quien lo pregona se vista de blanco…

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