Vuelven en fechas concretas. Viven fuera. Unos más lejos que
otros… Todos - casi todos - regresan al pueblo en fechas determinadas. Por los
Santos; otros, en Navidad y algunos, en la mañana del Viernes Santo. O sea, en la
“Despedía”.
Nos hemos visto, en estos días de Pascua, como se suele
hacer. A media mañana con mucho de reseca y bastante de añoranza. Un ‘machaco’,
café con tejeringos, un ‘carbonell’
con chorizo en El Madrugón, pitufillo en Candelaria…, y claro, viene lo que
tiene que venir.
¡Qué gran invento eso
de los móviles! Oye, que no me esperes - y tu mujer que lo comprende todo -
para almorzar que me he encontrado… No te deja terminar. ¡Que sea leve! Y, naturalmente no es leve. Y, esos días, el
reloj corre más de prisa. ¡Puñetero reloj! Y se habla de lo divino y de lo
humano…
Y ¿te acuerdas? Y aparece la ensarta, a modo de retahíla, de
aquella escuela inmunda en la Plaza Baja y de los dictados de don José Oropesa:
“Resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear
de mala gana…”
Un día, don José - el mejor Maestro de nuestras vidas - se
percató de que nos lo sabíamos de memoria y nos lo cambió: “Ahí hay un hombre
que dice ¡ay!...”Caímos todos, como vulgares gorriones soperos, que es lo que
éramos.
¿Te acuerdas? El primer cigarro en la Cancula con palillos
de enredadera, y el día que rodaban una película en la estación, de lo fino que
era Parrita, en el regate con el primer balón de reglamento, y de las cucañas
en la calle Cantarranas…
Y recordamos a los que no están: A Diego Mamely - era
buenísimo para las Matemáticas - y a Miguel Antonio Bootello que ya jugaba al
ajedrez y, a Andrés y a Paquito – que se quedaba dormido – y a… Y yo, a solas,
me acuerdo de Juan Ramón: “Se morirán aquellos que me amaron / y el pueblo se
hará nuevo cada año…” Eso.
Este es uno de los textos tuyos que más me gustan.
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