Soleado y frío. Ha llegado diciembre. Esta aquí desde ayer y
anuncia que esto se acaba, el año, claro. Se ha venido, sin nieve en las
cumbres del Huma, con viento por las noches, racheado y broncoso. Ulula en las
esquinas del tejado y los pajarillos buscan las ramas bajeras para pasar la
noche.
A media mañana, desde los olivares –“Olivares de diciembre.
/ El viento cuando pasaba/ se perfumaba de aceite”, escribió el maestro
Barbeito- de la cuesta del convento subían columnas de humo blanco. Han podado;
los cabreros quemaban el ramón.
Diciembre de mañanas de escarcha. Brilla el campo cuando el
sol calienta y por todo el valle, conforme avanza el día sube un vaho de neblina
que no lo es y deja un hálito de misterio y preguntas ¿qué hay, ahí, debajo?
Ha terminado la recolección de ‘manzanillas aloreñas’ en la
Garbía de Málaga; ya hace números, mi amigo Máximo, sobre la cosecha ‘marteñas’
en Monte Lope Álvarez y por Sierra Mágina caminan al molino las ‘picuales’. La
lechuza que don Antonio Machado veía volar, busca, de noche, el pilón de aceite
de Santa María…
Dentro de unos días los periódicos comienzan sus anuncios de
encendidos de luces de Navidad y, unos que dicen que no ponen más porque no hay
dinero y, otros, que la ciudad merece más dispendio y que es muy pobre, el
alumbrado (la ciudad, también)…Lo de siempre. Dos Españas hasta para un tema de
encendido de bombillas.
Huele Andalucía a aceite nuevo, a olivares vareados y
garcetas bueyeras que, cuando e va el día, bajan por el curso del río. El sol
dorado de la tarde tiñe de manera especial las lomas y pone pinceladas de nostalgia.
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