El hombre llegó a tierra entre dos luces. Había estado casi
todo el día en la mar y volvía al chambao porque el hombre vivía en una casa
blanca, -con una parra en la puerta- a medio camino entre el rebalaje y la
cumbre de la isla. El sol se bajaba en el horizonte. El cielo estaba malva,
rosa, celeste… Tenía tantos colores que el hombre gozada con todos y no
apartaba ninguno en especial.
Al pasar junto a las rocas del acantilado vio a la muchacha.
Era la muchacha de todas las tardes. Estaba allí desde no sabía cuándo. La
muchacha tenía un pelo más castaño que negro, cortado a media cara. Vestía un
pantalón vaquero y una camisa blanca con botonadura blanca de nácar.
La saludó con una inclinación de cabeza. Dijo unas palabras
ininteligible, y siguió por el camino arriba. Ella le correspondió, levantó la
mano levemente, y siguió mirando al mar. El hombre siempre la había visto como
si formase parte del paisaje. Y siempre se preguntó porqué estaría allí.
Llegó. Abrió – era una manera de decir – porque la puerta
nunca se cerraba y entró. De la mar subía ese olor que sólo viene cuando la
noche es más sombras que luz. Dejó donde siempre los aparejos que traía al
hombro y se acomodó. En alta mar, ya se veían las luces de algunas traíñas…
El hombre supo por los periódicos que había sobre la mesa - siempre
se los dejaba la señora que le daba un aseo a lo que podría llamarse casa y le
preparaba la comida – de lo ocurrido. Casi no le apetecía leer.
Se entera que Jodorkoski descarta enfrentarse a Putin por el
poder en Rusia (con lo lejos que está Rusia, pensó). Han colocado, en portada,
con números grandes: 62.246 (el gordo de la lotería). Rajoy sobre la cubierta
de un barco de guerra (con chaqueta y corbata) dice a la marinería que protegen
los intereses…
El hombre dejó de mirar los periódicos. Era la víspera del
día de Nochebuena. El hombre entornó los ojos y recordó a aquel viejo pescador
de La Habana que Hemingway llevó a ‘El viejo y el mar’ y pensó en la gente que
escribía prosas preciosas y versos. Y deseó la felicidad para todos. Era la
víspera; mañana, será, dijo entre dientes, la Nochebuena.
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