“Lo mejor del recuerdo es el olvido”, escribió el Maestro
Alcántara. Luego habló de una Málaga que naufragaba y emergía, de un niño que
jugaba a la alegría y, de esas otras cosas, que la mar del verano trae hasta el
rebalaje donde el poeta dice, también, que “ser hombre es ir andando hacia el
olvido”.
Otro Maestro, Antonio García Barbeito, un día, se entretuvo
en escribir: “Desengaños los precisos, / por si dejas de quererme, / ya me
estoy haciendo al olvido”. Tendremos que ponerle nombre. ¿Resignación? ¿Sueños
que esperan cumplirse? Algún día se lo preguntaré y, si me lo dice, os lo
cuento.
De olvido, otro olvido, - más duro, más cruel, más inhumano
– es que han muerto tres personas en un pueblo donde la blancura de su pan es
proverbial. Para más ‘inri’, a ese pueblo se le conoce como Alcalá ‘de los
panaderos’. O sea, por falta de pan y por sobra de pobreza… ¿cómo se le pone a
esto? Para acallar conciencias: pongámosle, olvido.
Alguien dio una definición de Cultura: “Cultura es lo que
queda cuando llega el olvido”. Me parece que acertó. Dio en el clavo. He usado
muchas veces esa afirmación cuando, hurgando, en los recuerdos, buscaba algo
perdido, precisamente, en el ‘olvido’.
Mis amigos - alguna amiga, también - andan, estos días, revenidos,
revoltosos y revueltos. Todo por Olvido. Me refugio - una vez más - en Juan Ramón: “Yo soy yo. / Soy ese / que va
a mi lado sin yo verlo; / que, a veces, voy a ver, / y que, a veces, olvido”.
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