miércoles, 25 de diciembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Platero

                                               

“Desde la calle de la Aceña, Platero, Moguer es otro pueblo”. En la calle Ribera, esquina con la de las Flores, nació Juan Ramón. Han pasado ciento treinta y dos años. Han celebrado - el pasado 23 - actos de recuerdo y, probablemente, habrá gente que hayan leído algunos versos suyos.

Y se hayan acercado, un poco más, a todo lo que supuso el poeta introvertido y serio, que escribía poesía en prosa y que, los adultos, se empeñaron, un día, en decir que aquello era para niños…, y no lo era.

Decía Juan Ramón que, en aquel barrio donde estaba la calle de la Aceña - que era barrio de marineros - la gente hablaba de otra manera, tenían otras costumbres y todo tenía que ver con el mar. De otras gentes,  que vivían, también, en el pueblo, Juan Ramón nos dio su imagen a modo de crítica social. Espejo, a veces, de una sociedad dura y cruel.

Por la calle de la La Ribera, conforme se baja la cuesta larga, se llega al río de Moguer y luego, a la izquierda, hasta el Tinto que viene de la Sierra y tiene color a cobre y olor a esas cosas donde parece que  la vida es imposible; enfrente: San Juan del Puerto.

Moguer huele a cal que reverbera, a pan de horno dorado por fuera y a migajón por dentro, como lo veía Juan Ramón, desde la lejanía; a cigüeñas en las espadañas de las iglesias; a aventuras por América… Moguer huele a Platero.


Porque Moguer es en esencia, Platero, y niños que van por la calle y quien fue y vivió de la exportación de vinos a sitios muy lejanos. Tan lejanos que algunos llegaban a Rusia. Vino, después el progreso, y aquella sociedad viró y desarrolló, esa tentación sensual y carnosa que llaman fresón. Moguer es Platero y… Juan Ramón.

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