domingo, 8 de diciembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sevillano y universal

                                 

Cuelga, El Museo del Prado, estos días - hasta febrero - una exposición sobre Velázquez y la familia de Felipe IV. Sabe a poco. Una treintena de obras (se incluyen también algunas de Martínez del Mazo y Carreño) pues queda como corta. Uno se pregunta ¿y ya está?

No había llegado la Kodak ni por supuesto las máquinas digitales. Siglo XVII. Velázquez el mejor pintor de su tiempo – de otros, también- retrata a la Corte con pelos y señales. Una Corte de España que ya venía cuesta abajo; Velázquez, regresaba de su segundo viaje a Italia.

 Tal como eran, tal como no llegaban al pueblo. Feos, de ojos saltones y narices aguileñas, enfermizos o tiernos; seres, algunos a los que el destino les depararía, más de uno y de dos disgustos.

Un Quevedo de lengua bífida y viperina se encargaba de amargarle la existencia. “Es, decía, del Conde Duque, como los hoyos, más grande cuánta más tierra le quitan”. El rey, ligero de bragueta, seudobeato y poco agraciado, tampoco le iba a la zaga. Claro, que al rey…España se hundía en pobreza y pillería, en golfos sueltos –como casi ahora- y con un desprestigio internacional en aumento.

A alguna gente de esta época - la del entorno cercano al rey - es a la Velázquez lleva a los cuadros de la muestra. El rey y la reina Mariana, las infantas, Margarita y Teresa, al príncipe Felipe Próspero o su propio perrillo que, desde el reposabrazos de un sillón, mira, como siempre al espectador.


Pacheco, suegro de Velázquez lo citó en una antología de su tiempo ‘porque –dicen- que era su yerno’. En Madrid, desarrolló todo lo que llevaba dentro el sevillano universal. Algunos mezquinos quieren negarle lo que ya traía dentro desde  Sevilla. Es su problema. Andalucía que da tanto a cambio de tan poco, dio entre otros, a Velázquez y El Prado, nos da – por cierto, con colas enormes- unas gotitas de su obra. Sabe a poco.

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