Junio, 14 sábado.
Málaga en el siglo XVIII sufrió
una gran sequía. Las captaciones de agua de las que se abastecía la ciudad eran
insuficientes y se plantearon una obra de más envergadura captando las aguas
del río Guadalmendina que, a través de un azud y de una conducción adecuada,
suministraría algo tan vital como es la suficiencia de agua.
Tuvo la suerte de contar con
dos personajes de gran valía, el obispo José Molina Larios que había regentado
el obispado de Albarracín y la del arquitecto Martín de Aldehuela que había
venido de la mano del obispo.
El arquitecto, además del acueducto,
en Málaga, realizó grandes obras como fue el puente sobre el Tajo de Ronda que
comunicaba las dos partes de la ciudad escindida por el río Guadalevín, la bóveda
de Santa María de la Victoria y probablemente, aunque no está probado la cripta
y bóveda, con puntos comunes, con el de la Victoria de ahí que se le atribuya
su autoría, y si no a un discípulo suyo, del Santuario de Flores en Álora.
El obispo según recogen las Actas
Capitulares del 3 de octubre de 1782, informa a la ciudad que con fecha 3 de
agosto de ese mismo año había dado cuenta al Rey Carlos III de su proyecto de la
traída de las aguas del río Guadalmedina para el abastecimiento de las fuentes
públicas. La obra corría a sus expensas.
El proyecto contaba con un gran
azud de derivación y acopio donde arrancaba el acueducto que a través de once kilómetros
traería el agua desde el río hasta la alcubilla de calle Refino en la zona del
barrio de Capuchinos. Los desniveles se salvarían con acueductos y el agua vendrían
por superficie desde aguas arriba del río en la zona donde hoy se encuentra la
finca de San José.
La obra reunía muchas dificultades.
Su compleja construcción la resolvió José Marín de Aldehuela nacido en Manzanera
el 5 de noviembre de 1729 y muerto en Málaga el 7 de septiembre de 1802
construyendo “33 alcantarillas, 2 túneles y numerosas alcubillas, respiraderos,
descansos, fuentes y molinos asociados”.
Dicen los expertos que utilizó
materiales que no desentonaban con el entorno paisajístico de la montaña que
los envolvía a base de ladrillo de mampostería y revocos de color que daban un
aspecto natural de integración sobre todo en los puentes. Unió, la belleza con
una la solución a un problema acuciante – la falta de agua – que frenaba de
manera alarmante el crecimiento de la ciudad. Hoy una reliquia digna de
admiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario