MIGUEL
Junio, 4 miércoles.
¿Por dónde se las andará Miguel? Verán. Miguel nació en Montalbán, provincia de Córdoba, sur de España, un día de aquel año de 1948. Es uno de esos tantos anónimos que no vienen de ningún sitio ni van a ninguna parte. España, cuando nació Miguel, despertaba entre el hambre acumulada, la represión y el miedo. España se abría como esas flores del camino, que luego, cuando pasa el tiempo, son hermosas y bellas, pero nadie, en su nacimiento, da un duro –cuando los había- por ella.
Vi a Miguel, la última vez, en el hogar de transeúntes de Antequera. “Porque yo no soy malo, ¿sabe usted?, yo no soy malo”. Fue lo último que me dijo Miguel. Me vine aquella noche con ese sabor amargo que, a uno, en ocasiones, se le sube por la garganta y le aprieta dentro.
Miguel forma parte de ese ejército enorme y sin nombre que se pierde en los andenes de las estaciones de ferrocarril, de autobuses o en las bocas del metro; buscan el calor físico que no poseen, y el otro, el humano que nunca tuvieron y, si alguna vez lo sintieron cerca, casi ni se acuerdan.
Aquella noche venteaba, se huracaneaba el viento. Las veletas de las torres de los conventos que deben apuntar al norte, o al sur o a dónde Dios quiera, cuando se emborrasca el tiempo se vuelven locas. Como andamos muchos, demasiados. No sabemos ni hacia donde apuntamos. Volvemos para otro lado la cabeza porque hay demasiados que se llaman Miguel orillados en cualquier rincón del camino.
Dicen que España tiene índices de
pobreza que asombran. Las estadísticas cuentan y no acaban de la gente que lo
está pasando mal. Muy mal. Muchos niños, demasiados, están la parte muy baja de
la tabla y se las andan por eso que llaman umbral de pobreza. Dormir al pairo
es peligroso. Probablemente aquel Miguel de aquel día, si vive, haya podido
pasar las noches en algún hogar de transeúntes, y otros que, también, se
llamarán Miguel, ¿dónde habrán pasado las noches? ¿y la de mañana? Ah, pero usted
no se preocupe, al igual tenemos unas zapatillas blandas, la bata y una cama y,
mientras tanto las conciencias ahora andan entelerañadas por los medios que nos
cuentan las andanzas de los sinvergüenzas que no tiene suficiente y quieren más
y más sin un umbral, por arriba de hartura…
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