Junio, 11 miércoles
No cabe más en menos. La calle,
relativamente, corta (del Palacio de la Aduana a la Plaza de la Merced) atesora
un compendio de culturas que viene de lejos y llega nuestros días.
Verán. Dos museos: el Provincial
de Pintura (toda la Pintura malagueña del XIX) y a espaldas, en Calle San Agustín,
en el Palacio de los Condes Buenavista, el Picasso (revulsivo de la Málaga de
hoy).
Dos Casas de Hermandad de dos
emblemáticas cofradías, El Coronado de Espinas y el Santo Entierro, un bar – o algo
más que un bar, y menos que una bodega o todo al vez, banderín de enganche y
cita de todo lo que significa progreso, adecuación, aprovechamiento de espacio
y modernismo: el Pimpi, un restaurante, La Sole, la judería que se asoma por un
dédalo de calles con más en imaginación que en la realidad...
Las estatuas (Ibn Gabirol y Niño
Canillas) reconocen méritos. Aquí se rompe un poco de “madre para todos y madrastra
para mí”. Los reconocimientos llegaron tarde, pero llegaron. El cine Albéniz ya
no es un cine como los de antes, pero es emblema y seña, ahora muy ligado a la
industria del cine de producción. Punto necesario en el festival de cine
español de Málaga.
El teatro romano estaba ahí
desde hacía un montón de años. Dormía bajo los escombros, el olvido y ¡una Casa
de la Cultura que se había levantado sobre él! La cosa, como casi todo fue una
casualidad. En 1951 comienzan a adecuar los jardines que bordeaban la Alcazaba –
que se asoma como de prestada – y descubren los sillares del Teatro. Comienza
la discusión sobre si hay que demoler la Casa de la Cultura y recuperar el
teatro.
La aparición de unas piletas
para fabricar el garum - eso de
lo que todo el mundo habla pero nadie sabe lo que es, pero que dicen que era un
manjar exquisito, hizo que en el centro de la calle a imitación del Louvre se
elevase una pirámide de cristal para que nuestra curiosidad mire y vea restos
de una muralla…
- Ah, sí.
¿Qué quieren más? Hay más.
Puede, que un momento determinado, un guía turístico – ahora llevan pinganillos
para comunicarse con el grupo y no hablen en voz alta - eleve su brazo al cielo
y con su dedo señala un ático y le dice al grupo que mira embobado:
- El ático de Antonio Banderas…
- A sí…
La calle, a cualquier hora de la mañana, la tarde
o de la noche tiene su público. La alcazaba iluminada pone un sello único. ¿No
me creen? La tardanza es la mala.
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