A mis amigas Francisca (q.e.p.d.) y a Conchi Vila en recuerdo de su padre...
Junio, 6 viernes.
Era una mañana tórrida de verano. Era una de esas mañanas que no salen ni los pájaros al agüero. Parecía que se había dejado las puertas del infierno abiertas y todo lo que circulaba era fuego…
Yo, cerca del mediodía de aquel
domingo – porque era domingo – fui como iba todos los días a la Papelería Lería
- allí compré mi primer Quijote: 12
pesetas) a recoger el periódico, antes del cierre ya que por la tarde no
abrían.
En esas estaba cuando llegó
Juan. Juan, un hombre nonagenario que aún conducía un R-8 (no sé cómo, pero lo
hacía, también hay que decir que era otro tiempo). Juan era enjuto, bajito y
delgado por la edad y porque su constitución no daba para más. Francisca, su
hija era un puro manojo de nervios. Al verlo llegar, explotó:
- Papá, de donde vienes ahora
con lo que está cayendo…
Juan, un pequeño junco, pero
firme en su saber estar y en la palabra contestaba de manera pausada, lenta,
convencido de su buen hacer.
- Del campo…
- ¿Podrá saberse que has tenido
que hacer tú, una mañana como ésta, en el campo?
- He estado sembrando un
algarrobo…
- ¿Un agarrobo?
- Para que os dé sombra...
Lo presencié, lo viví así y así
lo cuento. En mi interior está impresa como una marca indeleble aquella
conversación donde un hombre en esos momentos no pensaba en sí.
Me ha llegado, no sé quién me
ha mandado, la viñeta que ilustra el artículo. He creído que es lo ideal para
decir que la edad tiene una importancia relativa. Lo que realmente vale es la
voluntad de los hombres para dejar un mundo mejor.
Un grupo ecologista “Cuatro
estaciones” en una muestra en la sala de Exposiciones “La Cancula” de Álora ha
dejado ver una muestra de la flora y la fauna, qué hay que conservar y cuidad y
qué es un comportamiento incívico. La exposición es una lección donde la gente
que quiere a su pueblo muestra lo que hay, notifica que es lo que por ningún
concepto debemos hacer y muestra un camino, el de la educación y el de
concienciar cómo debemos actuar.
Hace unos días saltaba la
noticia de la tala (que no poda que parece lo mismo, pero no es igual) de
cientos de olivos en Jaén para instalar esas nuevas energías que están
enriqueciendo más a los ricos. Sentí pena, mucha pena. Me pregunté para mí
mismo ¿no se puede arbitrar una solución sin originar esa masacre vegetal?
Esos olivos los sembraron otros
abuelos, pero sus nietos no podrán acogerse a sus sombras…
No hay comentarios:
Publicar un comentario