domingo, 22 de junio de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitacora. ¡Macarena...!

 




Junio, 22 domingo

 

- ¡Macareeena……!

- ¡Guapa, guapa y guapa….!

Y vuelve otra vez, y otra y otra, la voz que va por encima de las cabezas del gentío y se pierde en el murmullo.

- Macareeena….!

- ¡Guapa y guapa y guapa….!

España “devota de Frascuelo y de María”, escribió don Antonio Machado. En Andalucía, tierra de “María Santísima”, además, alguien afirmó que, “para matar un toro y cantar una copla”, una saeta, esa manera de rezar tan nuestra, en este caso, se bastaba un hombre solo. Frascuelo hubo uno; advocaciones para llegar a María, muchas.

El maestro Alcántara dejó constancia de que a la Vírgenes las llamamos por el nombre de nuestros problemas: Angustias, Amargura, Soledad, o Dolores, - y, a veces, se le agrega algo “Del Mayor Dolor”, Penas… y se le pide: Remedios, Consolación, Esperanza o Paz.

Sevilla está que arde. Por la calor, inmisericorde, (lo propio en verano) y por algunos incendios en viviendas, pero no va por ahí la cosa. A Sevilla la ha encendido una restauración, digamos ‘poco afortunada’ de la imagen de la Esperanza Macarena, la que está en San Gil. Esa.

Uno no sabe si Sevilla es más Macarena o la Macarena es más Sevilla. Uno si sabe que, de rodillas, ante su imagen se siente algo distinto, diferente… Ese algo que corre por dentro, que religa y aunque se es consciente que es un trozo de madera, en el fondo, es una corriente de fe por la que se llega a eso que nos mantiene, nos impulsa, nos lleva…

 No sabemos quién la talló. Fue en el siglo XVII. El Barroco en todo su esplendor. De eso en Sevilla, capital mundial porque allí estaban los más grandes, se sabe un rato. Si una talla es buena; otra, mejor.

Se atribuye al taller de Pedro Roldán, e incluso a que sea una obra de su hija, “la Roldana”. La lista de probables autores es larga; los estudiosos, concienzudos; el desacuerdo, pues casi total, elimina o pone según hacen estudios comparativos con otras imágenes. Da igual, es una talla única.

Acaba de restaurarla el profesor Arquillo – Miñarro dice que en restauraciones cuentan hasta los milímetros -. Desde mi modo de ver y desde mi ignorancia, ha perdido ‘pellizco’. No tiene el brillo en las pupilas y la veo con menos brío en sus ojos más apagados, la mirada, al frente, más erguida... No sé si digo un disparate, pero creo que ha perdido la excepcionalidad que tenía la imagen en su policromía antes de la restauración. La cara parece más alargada… y la han privado “de su mirada de dulce dolor, tan suya….”

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