Junio, 2 lunes
"Hagamos una iglesia tan grande que los
que la vieran acabada nos tengan por locos". Puede ser verdad o no. Da igual. En Sevilla confluían el
poder económico, a su puerto venía el oro de América y el poder religioso. El político,
o sea, la Corte, estaba en Madrid. De haber confluido los tres… ¡Ojú, Dios mío!
El cabildo,
reunido a principios del siglo XV, 1401, decidieron emprender una obra descomunal.
A la orilla del Guadalquivir se asentó mucha gente con dinero y artistas que
vivían de lo que emanada de aquellas fortunas.
El alcalaíno –
Alcalá la Real 1568, Sevilla 1649) – Juan Martínez Montañés había llegado unos
años antes. Se formó en Granada con Pablo de Rojas y por las fechas en que el Cabildo
catedralicio emprende la obra ya tenía taller propio en la collación de la
Magdalena. Está considerado como uno de los grandes del Barroco español.
El Jurado Francisco
Gutiérrez de Molina y su esposa Gerónima de Zamudio le encargaron una talla de
la Inmaculada para su sepulcro en el trascoro. Martínez Montañez realizó la
obra entre 1629 y 1631. Pronunciarse por una obra determinada de su extenso
palmarés al que puso fin una epidemia de peste es casi un imposible. Todo lo realizado,
excelso.
La Cieguecita es una talla de la Inmaculada de poco más de metro y medio
de estatura. Un contemporáneo dijo que era "tan
bella por su modestia, serenidad, piedad y encanto de su rostro que levanta las
almas de cuantos miran hacia ella".
Representa una
Virgen niña, de cara dulce, mirada al suelo. Parece que tiene los ojos cerrados,
de ahí que el pueblo, enseguida, la ‘bautizó’ como Cieguecita. La cabeza,
ligeramente. inclinada a la izquierda desde la posición del orante que se
arrodilla a sus pies; las manos, juntas, a la izquierda. El manto con pliegues
(en su estofado participó Pacheco, el suegro de Velázquez…) tres cabezas de
ángeles sirven de pedestal…. Una corona con doce estrellas - las doce tribus de
Israel – orlan su cabeza. Solo por verla… pues eso.
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