Junio, 8 domingo.
Dicen que iban camino de Jerusalén.
No dicen qué tiempo hacía, si soplaba alguna brisa suave, si hacía calor, pero
pienso que sí lo hacía no debía pegar como está pegando hoy y lo pienso
pensando en el escenario.
Verán. Debía ser una zona
relativamente suave porque allí había mucha gente y todos debían estar lo
suficientemente acomodados para escuchar adecuadamente. Fue cuando les dijo aquello
que hemos dado en llamar “Bienaventuranzas” porque comienza con “Bienaturados….
Y así desgrana, hasta ocho puntos (ahora dirían eslóganes) diferentes pero de
una profundidad enorme.
Y también se le ocurrió de
decir aquello de Padre Nuestro que estás en cielo y que santificado sea tu
nombre y todo lo sabemos. Fue un poco más adelante cuando dijo aquello del “pan
nuestro de cada día, dánosle hoy…” ¡Casi nada!
La palabra pan aparece varias
veces desde el Génesis hasta el final del Evangelio. Cuando la liaron en lo que
dieron en llamar paraíso, al mozo le dijo “ganarás el pan con el sudor de tu
frente” (no le dijo que arreglado vas, pero se lo dio a entender).
Aparece más tarde cuando en el
cenáculo se reúnen a lo que nosotros conocemos como ´´Ultima Cena”. La cosa ya
estaba calentita y era cuestión de horas que el lío se desenvolviese y
comenzara el sarao que venía. Dicen que tomó pan, lo bendijo y lo repartió
entre ellos y hablo de de su Cuerpo – con el vino hizo algo parecido- y
comieron y bebieron y además les encargó: “Que lo hagáis en memoria mía”. O
sea, que no quiero olvidos….
Hay un pasaje, más adelante,
para mí bellísimo. Dicen que caía la tarde. Dos de esos allegados que se habían
unido al grupo. Eran como de segunda fila. Se habían quedado en discípulos
porque los elegidos eran doce y se conocían como apóstoles…
Bueno, los dos iban cabizbajos,
abatidos. Le podía la pena de lo ocurrido, la pérdida de alguien a quien querían
y que todo se había acabado ¡con la ilusión que ellos le habían puesto a todo
aquello! En el camino casi sin darse cuenta se les une otro que va en el mismo
sentido. Se interesa por el estado en que van…
Entonces, ellos, se asombran de
que sea el único forastero que no se ha enterado de lo ocurrido esos días, y él
se mete en la conversación y esas cosas. Llega la hora entre dos luces y él
hace ademán de seguir el camino. Ellos, le interpelan:
- Quédate con nosotros, es
tarde, los caminos tienen peligros…
Se queda, se sientan a la mesa,
toma el pan y al partirlo desparece y se les hace la luz. Dice el Evangelio que
“lo conocieron al partir el pan”. “Danos, hoy, nuestro pan de cada día”.
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