lunes, 16 de junio de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Vera: el sueño que espera

 






        

 

Antes, cuando iba La Vera, tomaba el camino de la Ruta de la Plata: Sevilla-Gijón hasta Plasencia donde confluyen el Valle de Ambroz, el del Jerte y la Vera. En el centro, el macizo de Gredos, imponte, soberbio, único con su impronta desde siempre…

Ahora no, ahora, en Mérida, tomo la N-V Madrid-Lisboa y me llego hasta Almaraz o hasta Navalmoral de Mata. La autovía con suelo y trazado extraordinario; el paisaje, similar: retamas, rocas de granito y ganado que pasta. Pasado Trujillo han construido un par de restaurantes con buena pinta (tampoco tienen susto para cobrar).

Me gusta ir por la senda de otras veces. Me desvío, escindo la ciudad. Enfrente, cada vez más cerca, Gredos que para mí es como una llamada totémica. A veces, se recorta entre brumas; otras, está limpio.

Cruzo las las vías del tren; luego, por delante del estadio donde juega el Moralo, y el Campo de Arañuelo - un poco más allá, más arriba, el pantano de Rosarito -, el Tiétar baja camino del río Tajo… Conozco el camino; lo he andado muchas veces.

Antes de llegar al Tiétar todo está seco: arenas finas, arboleda acostumbrada a la dureza de la tierra y del clima; al otro lado, el regadío: la vida. Plantaciones que se dan la mano unas a otras, antes tabaco, ahora, hortalizas, y pimentón sobre todo pimentón de La Vera.

La Vera arranca en Plasencia, de hecho, en un tiempo, cuando éramos niños y estudiábamos las comarcas naturales de España, se llamaba ‘la Vera de Plasencia’. Llega hasta Madrigal. La garganta de Alardos regala una orilla a Extremadura; la otra, a Castilla. Candeleda ya no es Vera, y es de Ávila.

Casi todos los pueblos de La Vera, la tienen como apellido: Pasarón, Jarandilla, Jaraíz, Valverde, Losar, Aldeanueva, Villanueva, Arroyomolinos, Viandar, Talaveruela… y, así, tras del nombre, indefectiblemente, la identidad: de la Vera.

Solo un puñado van por libres: Cuacos de Yuste, Torremenga, Tejeda del Tiétar, Garganta la Olla o el Guijo de Santa Bárbara… En el monasterio de Yuste entregó sus últimos días el hombre más poderoso de su tiempo: El Emperador Carlos I; por sus calles corrió Jeromín, luego, don Juan de Austria bajo la tutela de don Luis Quijada y doña Magdalena de Ulloa…

Dejó dicho don Miguel de Unamuno que en los pueblos de La Vera ‘chacharean las sombras’. Son únicos; arriba, Gredos prolongado por la Sierra de Tormantos.  Los Galayos y el Almanzor arañan el cielo; por las gargantas baja el agua clara, limpia, fría, muy fría y cristalina. Modelan el granito, van al Tiétar, y al Tajo y a Lisboa…

No hay comentarios:

Publicar un comentario