Antes,
cuando iba La Vera, tomaba el camino de la Ruta de la Plata: Sevilla-Gijón
hasta Plasencia donde confluyen el Valle de Ambroz, el del Jerte y la Vera. En
el centro, el macizo de Gredos, imponte, soberbio, único con su impronta desde
siempre…
Ahora
no, ahora, en Mérida, tomo la N-V Madrid-Lisboa y me llego hasta Almaraz o
hasta Navalmoral de Mata. La autovía con suelo y trazado extraordinario; el
paisaje, similar: retamas, rocas de granito y ganado que pasta. Pasado Trujillo
han construido un par de restaurantes con buena pinta (tampoco tienen susto
para cobrar).
Me
gusta ir por la senda de otras veces. Me desvío, escindo la ciudad. Enfrente,
cada vez más cerca, Gredos que para mí es como una llamada totémica. A veces,
se recorta entre brumas; otras, está limpio.
Cruzo
las las vías del tren; luego, por delante del estadio donde juega el Moralo, y
el Campo de Arañuelo - un poco más allá, más arriba, el pantano de Rosarito -,
el Tiétar baja camino del río Tajo… Conozco el camino; lo he andado muchas
veces.
Antes
de llegar al Tiétar todo está seco: arenas finas, arboleda acostumbrada a la
dureza de la tierra y del clima; al otro lado, el regadío: la vida.
Plantaciones que se dan la mano unas a otras, antes tabaco, ahora, hortalizas,
y pimentón sobre todo pimentón de La Vera.
La Vera
arranca en Plasencia, de hecho, en un tiempo, cuando éramos niños y
estudiábamos las comarcas naturales de España, se llamaba ‘la Vera de
Plasencia’. Llega hasta Madrigal. La garganta de Alardos regala una orilla a
Extremadura; la otra, a Castilla. Candeleda ya no es Vera, y es de Ávila.
Casi
todos los pueblos de La Vera, la tienen como apellido: Pasarón, Jarandilla,
Jaraíz, Valverde, Losar, Aldeanueva, Villanueva, Arroyomolinos, Viandar,
Talaveruela… y, así, tras del nombre, indefectiblemente, la identidad: de la
Vera.
Solo un
puñado van por libres: Cuacos de Yuste, Torremenga, Tejeda del Tiétar, Garganta
la Olla o el Guijo de Santa Bárbara… En el monasterio de Yuste entregó sus últimos
días el hombre más poderoso de su tiempo: El Emperador Carlos I; por sus calles
corrió Jeromín, luego, don Juan de Austria bajo la tutela de don Luis Quijada y
doña Magdalena de Ulloa…
Dejó
dicho don Miguel de Unamuno que en los pueblos de La Vera ‘chacharean las
sombras’. Son únicos; arriba, Gredos prolongado por la Sierra de
Tormantos. Los Galayos y el Almanzor
arañan el cielo; por las gargantas baja el agua clara, limpia, fría, muy fría y
cristalina. Modelan el granito, van al Tiétar, y al Tajo y a Lisboa…
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