Guijo de Santa Bárbara. Monumento a Viriato
17 de noviembre, viernes. El
Guijo de Santa Bárbara es el pueblo más alto de la comarca de La Vera (eso no
se lo discute nadie) y donde dicen que tuvo su patria Viriato (eso de lo
disputan muchos otros lugares). Una cueva del Guijo lleva su nombre del caudillo.
Viriato, vetón, trajo en jaque
al ejército de Roma. Ante la imposibilidad de vencerlo se recurrió a la
traición de los suyos. Lo normal, entonces y ahora. Dice la leyenda que cuando
fueron a cobrar la recompensa ofrecida se encontraron con la sentencia: “Roma
no paga traidores”.
En el Guijo de Santa Barbara le
han puesto un monumento. Recuerda su figura. Es un busto nuevo, digo lo de
nuevo, porque en otras veces que anduve por allí aún no la habían puesto y digo
yo que no habrá sido por falta de tiempo. Quizá la cosa vaya más por carencia
de presupuesto…
Desde el Guijo se sube, por la
Garganta de Jaranda, a las cumbres. El paisaje, bellísimo. La dificultad,
depende del grado de la preparación física de quien emprende la hazaña. Si se
cruza el Macizo, al otro lado, Tornacas y desde allí como quien no quiere la
cosa se arranca Castilla.
En el Guijo hace tiempo que
descubrieron mezclar los frutos de la tierra: higos, cerezas y manzanas con orujos y aguardientes propios y
obtienen unos licores exquisitos de esos que en los meses crudos del invierno
cuando azotan las venticas y los leños arden en las chimeneas dan calor por
dentro y hacen más llevadero lo extremado de las temperaturas.
Si se transita por sus calles
uno tiene la sensación de caminar con sentido de culpabilidad porque puede
romper el silencio y la intimidad de los pueblos. No hay pajarillos. Algunas veces por el fondo
de las calles entre una empalizada, se escabulle un gato. Son esos pueblos de
sierra, rodeado de bosques de robles por los que se cuela el viento y donde la
soledad hace compañía al cabrero que va siempre con un par de perros por
aquello de lobos y alimañas.
Tienen, también, algo que es
común en todos los pueblos que se asientan en las faldas de Gredos. Es el rumor
del agua que cae y no se agota nunca por el caño de la fuente solitaria de la
plaza, en el recodo de la calle o en el antiguo lavadero público a donde ya no
va nadie…
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