martes, 28 de noviembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Travesía en el Báltico


 


   Mar Báltico. Travesía entre Elsinor y Helsingor

 

28 de noviembre, martes. Media mañana. Llegué al puerto con la zozobra de quien arriba a un punto desconocido. Todo era nuevo. La estación marítima, un hervidero humano. Tipos de otros caracteres; gente recia, tez blanca y surcos en la cara; el pelo largo y lacio. Un día, no se sabe cuándo, fue rubio; ahora, sucio.

Se tocaban con gorras de piel de foca o con gorros de lana; la ropa de la gente que trajina en la mar es una ropa diferente, distinta a la de la gente que trabaja en tierra. La estación marítima tenía grandes ventanales. Fuera hacia un tiempo frío, inhóspito. No se parecía en nada al tiempo que en esa fecha – mediados de agosto – nosotros tenemos en las orillas del Mediterráneo. Estaba en el Báltico. ¡Que lejos en el mapa y ahora tan cercano!

Unos tableros electrónicos me indicaban la puerta de embarque para pasajeros (los turismos, en la bodega del ferry). Por la cristalera veía que seguía lloviendo. Me pasaron por una manga acristalada. Uno de los extremos se apoyaba en una de las barandillas del barco; la otra, en una terraza cubierta.

El puerto de Elsinor está un poco más al este del castillo de Kronborg. Yo iniciaba la travesía hacia el puerto de Helsingor, en Suecia. Luego, iría a Gotemburgo y Malmoe; unos días después, a Estocolmo. Todo, hasta ese momento, salía como había programado una tarde calurosa y tórrida de julio bajo el zumbar de los tabarros que acudían a compartir conmigo las uvas de la parra. Me daba igual. Se las regalaba todas a ellos. En el mapa marqué los puntos…

Unos hombres - ¿tenían algo de lobos de mar aquellos hombres? – soltaron las maromas gruesas que mantenía el barco pegado al muelle. Unos potentes motores comenzaron a separar por babor al Nordstejern, primero por proa; luego, por popa. El barco se movía lento, poco a poco. Salían como cañones de agua de sus costados. Lo distanciaban del muelle…

Comenzó a navegar. Todo era magnífico. Se alejaba la ciudad. El cielo entoldado. Con la velocidad parecía que aminoraba la lluvia. De abrían claros. Todo era gris: el cielo, el mar, la ciudad que se perdía por momentos… Tenía la sensación de libertad.

La costa sueca, al fondo, una línea finísima. Por encima de nosotros sobrevolaban gaviotas. ¿Eran más grandes que la que sobrevuelan el puerto de Málaga…? ¿Estaría Sigrid en el puerto de Helsingor? No, no podía estarlo. Sigrid solo estaba en los tebeos del Capitán Trueno…

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