29 de noviembre, miércoles. En la Facultad de Periodismo enseñan, me dijo un día Juan Gaitan, que un artículo no debe comenzarse con un refrán. Pues ya ven… Hoy, voy con tres: el del “Dichoso mes que entra con los Santos y sale con San Andrés; el de “Por los Santos, nieve en los altos”, y el que dice que “Los vareaores de San Andrés, si no vienen antes, vienen después”.
San Andrés ya está aquí; los Santos, un poco lejos en las hojillas del almanaque, y lo de la nieve, dicen que la han visto en algunas cumbres del Pirineo, la Cantábrica y Sierra Nevada.
Desde hace un par de días, el viento nos azota de manera descontrolada. El hombre del tiempo – ese que en ocasiones cuenta cosas que nos dan mucha ilusión como, por ejemplo, ¡va a llover en Málaga! – informa que viene del Norte; trae frío polar. En el bar, esta mañana, discutían y decían que no, que viene de Poniente, o sea, de ese lugar por donde se va el sol cada tarde camino de América y donde está el Atlántico el que llena las aguaderas de las borrascas.
Los ‘vareaores’ de San Andrés es una cuadrilla imaginaria. Cunda la tranquilidad. No hay que darla de alta. Se presenta sin que nadie la llame. Agita las banderas de los edificios oficiales que quieren irse de los mástiles o mueve sin control ramas de árboles, tejas, techos de cobertizos, arroja al suelo las nueces que se quedaron en las ramas más altas de los nogales o las aceitunas rebeldes que, encaramadas en los pimpollos, escaparon a las manos de los que debieron ordeñarlas a su tiempo.
Parece que este año han vareado algo más. Verán. Da la impresión que han vareado, también, las conciencias de mucha gente que se ha horrorizado ante el drama de tanta muerte en Oriente Medio. (En otros lugares el drama es muy parecido, pero ese, esta vez ‘no toca´). Llegan pronto en lo meteorológico, pero tarde en el tiempo para poner en orden –aunque sea sólo un poco- el patio.
Ha sido una noche de ramas agitadas; han pelado los
plátanos orientales; está el suelo del parque alfombrado de hojas marchitas; sin
hojas las parras y los granados del camino y los ciruelos… Este aire sin rumbo
ni sentido, revuelto y alocado que se ha tomado el terreno por suyo. Ojalá no
se lleve las nubes que esta tarde entoldan el cielo. Me dice mi amigo Fermín
que en Encinasola han dejado once litros…
No hay comentarios:
Publicar un comentario