8 de noviembre, miércoles. Sol y
viento. Nubes muy altas; pasan de largo.
Muy temprano, al super de la esquina: agua, café, pan, vinagre y tila; en la pescadería de Jose Mari, boquerones para echarlos en vinagre, . “Que no sean muy pequeños, Jose Mari”. (Encargo de mi mujer). El hombre los escoge. Tiene la paciencia de quien sabe estar detrás de un mostrador. A media mañana, me recogen. Vamos a Málaga. La carretera, a esta hora (y a todas) cargada de circulación. Pasa un avión por encima me nuestras cabezas. La cercanía del aeropuerto ofrece espectáculos y momentos únicos. El Guadalhorce, ¿efecto óptico?, da la sensación de llevar agua. La radio dice que el Ebro, por Zaragoza, tiene dos metros de altura superior a lo normal y un caudal de 300 metros cúbicos por segundo. Eso es agua. ¿Lo demás?, pamplinas.
Málaga está preciosa. En calle
Larios trabajan para el alumbrado de Navidad. Dicen que Sevilla y Granada le
van a comer el pan el seno. Dicen que quieren emularla. Dicen que le van a
hacer la competencia. Dicen que le van a quitar protagonismo… Eso lo dicen los
que escriben en los periódicos y hablan en las emisoras de radio. Yo no digo
nada. Málaga tiene dos cosas ¡Ay, qué cosas!: la gente y el clima. Aquí a nadie
se le pregunta de dónde es, y en cuanto a lo otro, pues eso… Pasen, pasen y
vean y si encuentran algo mejor, avisen, por favor.
No me he encontrado a nadie
conocido por calle Larios. Estoy perdiendo enteros. Se ve que ya soy un
ciudadano anónimo…. Me acuerdo de los versos del maestro Alcántara “Desde
que sé que tu aliento se ha quedado por el aire / estoy bebiendo los vientos”.
Tengo cita y reencuentro con
Jaime Rittwagen, Leonardo y otros amigos en el Mesón de Santiago. Calle Correo
Viejo, una calle por la que nunca ha entrado ni va a entrar el sol. Dicen
que con calle Don Juan son las más estrechas de Málaga. En el número
once de esta calle nació el marqués de Salamanca y conde de Los Llanos, ministro
de Hacienda. Dos veces arruinado. Una de
las grandes fortunas del XIX. Para fortuna, la mía. Jaime y Leonado, me van a dejar
algo ‘suyo’, a plumilla, en mi próximo libro… ¡Ah..! Cosas veredes,
amigo Sancho.
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