22 de noviembre, miércoles. Era
aquella hora en que las emisoras de radio dejan de dar la matraca, él – o sea
yo – abrió la ventana y dejó que entrase el aire fuerte y huracanado que dicen
que viene desde el Polo Norte pero que aquí, a las tierras del Sur, llega con
menos intensidad que a otras zonas de España.
Era a media mañana y entonces,
sin saber porqué se le vino a la cabeza un recuerdo de cuando era niño. Recordó
que a esa hora las mujeres en el pueblo hacían las faenas de la casa. No había
lavadoras eléctricas que mueven la ropa, la lavan y hasta dicen que la seca. Y
aireaban las habitaciones (a los dormitorios en los pueblos se le llama ‘el
cuarto’). Las mujeres abrían los balcones y las ventanas…
Recuerda que, entonces, sin
saber cómo de alguna de las casas salía a la calle desde el interior de una de
las pocas radios que había una voz conocida, familiar. Era la voz de un hombre
que, una vez, vino con una troupe y cantó en el cine del pueblo y la gente
hablaba de él y decía que de niño había vendido leche, a granel, por las calles
de un barrio de Málaga que está a la orilla del mar, Huelín.
- “Abrid niña los balcones…
“ cantaba con una voz limpia, maravillosa y decía, en la copla, claro, que
traía rosas sin espinas - ¡qué cosas verdad! – y hacía una retahíla de flores y
plantas que ofrecía en su pregón. Clavellinas, romero, geranios y ‘pilistras’…
Después, algunas veces, según
que tiempo, en la esquina de la calle un hombre pregonaba ajos de Alhaurín;
otro, el trapero, compraba cosas viejas y trapos; un día cualquiera sin saber cómo ni de dónde
venía un hombre, que soplaba sobre un instrumento especial, diferente, que
desencadenaba una melodía de notas y una voz que se alargaba mientras tenía
aliento y decía: “el afilaoooo”
España soñaba – los niños con
tener un balón de reglamento – con ser feliz. España, siempre a caballo entre
lo que fue y lo que algún día quería ser. Deshojaba el almanaque del
subdesarrollo y pasaba los días en los que tardaba demasiado en llegar la feria
con la ‘ola’ y ‘las cadenitas’ y la Semana Santa…
Desde hace un tiempo parece que
el sueño se ha convertido en pesadilla. Ojalá el viento del norte la traiga y
aparezca esa pizca de ilusión que nos haga soñar…
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