14 de noviembre, martes. Le
dedico toda la mañana a la rosaleda. La floración de otoño va lenta; o sea, no
va. Pocas rosas; calidad, deficiente. Se
han secado un puñado de rosales. No sé que puede estar pasando. He dado tratamientos
con cobre y azufre; con un puñado de fungicidas de nombres impronunciables; no
le ha faltado agua; le he puesto antisal para reducir el alto nivel de cloruro
sódico que trae el agua del canal. Estoy desorientado.
Recurro a los técnicos. Llamo.
Conversación larga por teléfono. Me diagnostica Fusarium. El bicho tiene
colgado el cartel de hongo. Me documento. Leo, busco aclaración. Dicen que es
toxigénico. No sé qué es. Es decir, no tengo ni puñetera idea. Bajo a Cártama. Me piden más información. Confrontamos
opiniones.
Le llevo varias plantas ya
secas. Parece que ha sido algo así como una muerte ‘súbita’. El rosal se seca
de arriba hacia abajo. Todo, a un andar y en cuestión de días. Discrepan en el diagnóstico
anterior. Lo miran más despacio. Cambian: es Phytóptora.
El nombre de Phytoptora
viene del griego. Significa, literalmente, “destructor de plantas”. No hace
falta júralo. También me dicen que parecen hongos, pero no lo son. Atacan a las
plantas en el tallo, en floración y bajan a la raíz hasta producirle la muerte.
(No solo los humanos somos malos; en la naturaleza también los hay con muy mala
leche).
Regreso al pueblo pasado el
mediodía. Ha cambiado la tonalidad de la luz. El sol dorado del otoño es el más
bonito de todo el año. Es un sol dulce, como de miel de la colmena recién
castrada, y se nos viene a mano y se nos entra por la ventana suave,
lentamente.
La tarde tiene asignada tarea: el próximo
libro sobre Álora. Pablo Pérez me ha entregado nueve ilustraciones, a plumilla.
Son una gozada. Pablo ha encajado
perfectamente su obra pictórica en el texto. Es más, me ha insinuado (me dice
“si te parece bien”) ¿Cómo no me va a parecer bien si los has bordado, Pablo?
Hoy no se ha levantado el
viento. El termómetro del coche marca 30º. Decía el hombre del tiempo que esta tarde se
mantendrían las temperaturas mañaneras, pero refrescaría por las sierras. Deben
ser otras sierras. De lluvia, ni hablamos. Nos tiene olvidados. La lluvia, aquí
es un recuerdo. La gente ignora la ruina que se nos viene encima como esto no
cambie, ¡y noviembre, apunta a mediación! Y san Andrés, como quien no quiere la
cosa, pidiendo sitio…
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