Otro día vacío, Señor.
Otro día, sin Ti.
Otro día sin tu presencia en el
cielo…
¿Qué he dicho? ¡Dios mío!
No, no he querido decir eso. He
querido escribir, sin que Tú, Señor - que todo lo puedes, cuando quieres,
claro- aparezcas en el firmamento azul de esta mañana y lo entoldes y lo vistas
de nubes y dejes caer la lluvia, mansamente, como esa sinfonía que, a veces,
sentimos por dentro.
Señor, el campo está seco; las
fuentes están secas; los pozos están secos; no corren desde hace mucho tiempo
los arroyos y ni los regatos, ni las cañadas, ni chorrean agua las piedras de
las umbrías. Los ríos han olvidado que fueron caminos de vida y se han
apropiado de ellos la maleza en las orillas y la suciedad – de eso el culpable
no eres Tú, sino nosotros – y su cauce ya no es cristalino y claro como cuando
eran tu reflejo.
Señor no ha nacido la otoñada;
no hay yerba en los bordes del camino que serían florecillas nuevas cuando
llegue la primavera; no hay verdor en las lomas ni han nacido las sementeras. No hay pajarillos en los sembrados...
Señor, el vació también llena
muchos corazones. Hemos olvidado tantas cosas, tantas, tantas que casi
deberíamos sentir vergüenza de llamarnos hombres.
Nos hemos olvidado, también de
Ti. Algunas veces hasta te consideramos un estorbo. Te apartamos. Te suprimimos
del calendario y nos hemos inventado celebrar una cosa para cada día. A lo
mejor cualquier día a alguien se le ocurre celebrar el Día sin Ti. No creo que
lleguemos a tanto, pero no quiero dar ideas. Ya sabes…
Si por un casual algún día se
te ocurre que nos vendría bien una lluvia que descienda como el rocío sobre los
campos – pero no vayas ser cicatero – un poco más que el rocío de cada mañana
para que todo se empape de lluvia, o sea de Ti, te lo vamos a agradecer por
todo eso que sabes y que no es cuestión de repetirlo tanto.
Señor, sé que nos escuchas – y
como un día le dije a mi amigo Lorenzo – lo sé, pero como haces lo que te da la
gana…, si te parece bien pues aquí nos tienes.
Ya ves, esta mañana me he echado
el ropaje de un apócrifo Michel Quoist y aunque hay muchas cosas más importantes,
a mi se me ha ocurrido pedirte que nos des un poco de lluvia… Ah, gracias
anticipadas.
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