25 de marzo, viernes. El tren cruzaba raudo, veloz,
como alma que va en pena, como alma que empuja el diablo como… ¡yo qué sé! El tren iba por ese extremo de La
Mancha donde son más Montes de Toledo que la propia llanura que dio apellidos a
Don Quijote. Ese lugar –salvado Depeñaperros- que se abre de Madrid hacia abajo
y dice que es tierra de algunos olivos, de azafrán y de viñas.
Las viñas dan personalidad al
paisaje. Aún no han brotado. Se alinean en hileras que guardan las distancias
entre las cepas. Forman recuadros rectangulares, cuadrados a veces, distintos
pero uniformados entre sí.
Cuando lleguen los meses de
estío y todo esté seco porque lo pide el tiempo – ahora están secos por la
falta de lluvia y por la estacionalidad – serán extensiones verdes. Algo así
como asomos del paraíso terrenal que se vino a vivir por un tiempo a un lugar
lejano al suyo. En un verano de esos en que las chicharras casi tienen miedo a
asomarse, un paisano que lo contemplaba, lanzó a voz en grito:
-
¡ Po anda que no hay ahí, comersación, ni ná…!
Ahora cuando el tren va cruzando
los campos, las cepas desnudas de hojas porque por esas tierras lo brotes tiernos
tardan más en salir, son pequeños esqueletos endurecidos y desnudos. Acaban de
superar los meses del rigor del invierno, aunque a bien decir, éste que se nos
va dentro de unos días, no ha sido tan riguroso como otros hermanos anteriores.
Las viñas, decía Josep Pla, que
humanizaban el paisaje. Me parece que, además, les da algo sensual. Todo es
pequeño, a pesar de la extensión de tierra en que crecen, y piden una caricia
sobre esas, una o dos yemas – qué polémicas sostengo con mi amigo Juan Blanco
cuando se empeña en dejarle la tercera, y le digo que no, que una o dos, y me
responde, que su padre le dejaba más… - porque lo pequeño, lo delicado, lo
sensual es así.
Todo está ordenado. Esperan ese
momento en que debajo de los pámpanos aparezcan los racimos y luego sean uvas y
regalarán el “néctar divino que algunos llaman vino porque del cielo nos vino …”
En fin, qué cosas se le ocurren a uno mientras el tren cruza raudo, veloz por
una tierra donde en los pueblos lejanos sobresale la torre de su iglesia…
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