7 de marzo, lunes. La realidad de los pueblos es
otra. Los pueblos están marcados por unos parámetros diferentes a los que se
implantan en las ciudades grandes. Allí, la vida es trepidante. Todo es prisa,
bulla. La gente corre hacia alguna parte. La primera vez que vi corriendo gente
para coger el Metro, me pregunté por qué corría si detrás venía otro. Un día me
sorprendí a mí mismo. También corría…
La vida en los pueblos, en
ocasiones, parece que está marcada por la sequedad, el vacío, la monotonía. Hay
días en los que no ocurre nada aparentemente. Sin embargo, la vida en los
pueblos, está llena de riqueza. Son pequeñas pinceladas que sacan la vida a la
puerta, a la calle.
Zurean las palomas en el
campanario de la iglesia, en la que ya no tocan las campanas del campanario
como antes a vísperas ni a agoni – que pena que se nos vaya la
gente que uno quiere ¿verdad?, porque en los pueblos, nos conocemos casi todos
– ni llaman al rezo del angelus ni dan
los tres toques para que se acuda a misa o al rosario…
No hay nadie en las fuentes. No
quedan fuentes públicas en los pueblos y si las hay no acude nadie. Ese era el lugar
de confluencia, de convivencia de una parte del pueblo. En algunos, como en el
mío, donde la carencia de agua era enorme, se pasaba mucho tiempo en las
fuentes. Los cántaros – de barro cocido, por supuesto – debían aguardar en cola
su turno para llenar… Era sitio también propicio para tumultos, peleas, grescas
y, las más de las veces, para poner al día los chismorreos del pueblo.
La cercanía del campo traía los
olores. Según qué tiempo se olía a humo cuando la quema del ramón en los
olivares, a paja seca y a rastrojo cuando los trigos tomaban la sazón en los
primeros días de verano, a azahar en abril cuando las huertas se ponían el manto
nuevo de la primavera. Todo era sensualidad, intensidad, perfume, vida que
subía del río…
Uno en esos momentos siente su
pequeñez y la grandeza del pueblo. Las gentes de las ciudades que se mueven
empujados por otros vientos, no puede gozar de estas cosas de los pueblos, que
por fuera parecen vacíos y están llenos y muy ricos ¡y tan ricos! por dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario