lunes, 7 de marzo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Zureo de palomas

 

 

                         


     

7 de marzo, lunes. La realidad de los pueblos es otra. Los pueblos están marcados por unos parámetros diferentes a los que se implantan en las ciudades grandes. Allí, la vida es trepidante. Todo es prisa, bulla. La gente corre hacia alguna parte. La primera vez que vi corriendo gente para coger el Metro, me pregunté por qué corría si detrás venía otro. Un día me sorprendí a mí mismo. También corría…

La vida en los pueblos, en ocasiones, parece que está marcada por la sequedad, el vacío, la monotonía. Hay días en los que no ocurre nada aparentemente. Sin embargo, la vida en los pueblos, está llena de riqueza. Son pequeñas pinceladas que sacan la vida a la puerta, a la calle.

Zurean las palomas en el campanario de la iglesia, en la que ya no tocan las campanas del campanario como antes a vísperas ni a agoni – que pena que se nos vaya la gente que uno quiere ¿verdad?, porque en los pueblos, nos conocemos casi todos – ni llaman al rezo del angelus ni dan los tres toques para que se acuda a misa o al rosario…

No hay nadie en las fuentes. No quedan fuentes públicas en los pueblos y si las hay no acude nadie. Ese era el lugar de confluencia, de convivencia de una parte del pueblo. En algunos, como en el mío, donde la carencia de agua era enorme, se pasaba mucho tiempo en las fuentes. Los cántaros – de barro cocido, por supuesto – debían aguardar en cola su turno para llenar… Era sitio también propicio para tumultos, peleas, grescas y, las más de las veces, para poner al día los chismorreos del pueblo.

La cercanía del campo traía los olores. Según qué tiempo se olía a humo cuando la quema del ramón en los olivares, a paja seca y a rastrojo cuando los trigos tomaban la sazón en los primeros días de verano, a azahar en abril cuando las huertas se ponían el manto nuevo de la primavera. Todo era sensualidad, intensidad, perfume, vida que subía del río…

Uno en esos momentos siente su pequeñez y la grandeza del pueblo. Las gentes de las ciudades que se mueven empujados por otros vientos, no puede gozar de estas cosas de los pueblos, que por fuera parecen vacíos y están llenos y muy ricos ¡y tan ricos! por dentro.

 

 

 

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