martes, 1 de marzo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Colliure

 

 

                                  

                      Tumba de don Antonio Machado. Colliure (Francia)

 

1 de marzo, martes. La primera vez que fui – fuimos, porque íbamos varios – era una tarde fría de invierno. Aquella tarde el viento del norte bajaba helado hasta las costas del mar que da en morir en el rebalaje de un pueblo pequeño, al otro lado del Pirineo, en la Cataluña francesa, donde por cierto se habla el catalán más puro que el que se habla a este lado.

No había nadie por las calles. Nos acercamos hasta el cementerio. Sobre el granito dejamos un ramillete de flores de almendros cogidas en las cumbres de los montes “que nos separan de Francia” y una nota manuscrita que se llevaría el viento no sé dónde.

Colliure entonces, y ahora invita a pensar. Los restos de don Antonio que huía de la barbarie, fueron a dar bajo la tierra del país que acogía a los que habían puesto distancia por medio… ¡Que duro dejar lo tuyo porque entre los tuyos se había impuesto el desentendimiento, la sinrazón y las represalias de una guerra!

Atrás quedaban las ilusiones de una vida que fue dura casi desde los comienzos, cuando aquello del patio de Sevilla donde madura el limonero, la juventud por tierras de Castilla y algunos casos ¡ay Dios mío, cuántos casos! que “recordar no quiero”

Un montón de versos más valorados muchos años después que entonces, y la vida derramada gota a gota en Soria – Instituto, tarima de madera, mesa y mobiliario paupérrimo, monotonía… y la lluvia tras los cristales – con Leonor que fue vida, esperanza e ilusión, brisa vivificadora en el páramo, hasta que la tierra del Alto Espino, cubrió también su cuerpo. Luego, Baeza y Segovia y Madrid y… todo lo que la Historia de España tenía reservado para aquel tiempo.

Don Antonio llegó enfermo de cuerpo, muy enfermo. El Mediterráneo, en aquel mes de febrero estaba muy frío, tanto que según algunos documentos de la época, hería de muerte a los españoles exhaustos que había cruzado la frontera, la mayoría a pie – él también lo hizo y rechazó el coche que le ofrecieron – en solidaridad con los que no tenían nada.

Colliure, estos días de febrero no sé si habrá recibido a mucha gente de las maneras más variopintas, - creo que se me entiende - bajo el recuerdo de don Antonio que descansa allí en cuerpo. Su alma vive por las tierras de España…

 

 

 

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