Tumba de don Antonio Machado. Colliure (Francia)
1 de
marzo, martes. La primera vez que fui – fuimos, porque íbamos
varios – era una tarde fría de invierno. Aquella tarde el viento del norte
bajaba helado hasta las costas del mar que da en morir en el rebalaje de un
pueblo pequeño, al otro lado del Pirineo, en la Cataluña francesa, donde por
cierto se habla el catalán más puro que el que se habla a este lado.
No había nadie por las calles.
Nos acercamos hasta el cementerio. Sobre el granito dejamos un ramillete de
flores de almendros cogidas en las cumbres de los montes “que nos separan de
Francia” y una nota manuscrita que se llevaría el viento no sé dónde.
Colliure entonces, y ahora
invita a pensar. Los restos de don Antonio que huía de la barbarie, fueron a
dar bajo la tierra del país que acogía a los que habían puesto distancia por
medio… ¡Que duro dejar lo tuyo porque entre los tuyos se había impuesto el
desentendimiento, la sinrazón y las represalias de una guerra!
Atrás quedaban las ilusiones de
una vida que fue dura casi desde los comienzos, cuando aquello del patio de
Sevilla donde madura el limonero, la juventud por tierras de Castilla y algunos
casos ¡ay Dios mío, cuántos casos! que “recordar no quiero”
Un montón de versos más
valorados muchos años después que entonces, y la vida derramada gota a gota en
Soria – Instituto, tarima de madera, mesa y mobiliario paupérrimo, monotonía… y
la lluvia tras los cristales – con Leonor que fue vida, esperanza e ilusión,
brisa vivificadora en el páramo, hasta que la tierra del Alto Espino, cubrió
también su cuerpo. Luego, Baeza y Segovia y Madrid y… todo lo que la Historia
de España tenía reservado para aquel tiempo.
Don Antonio llegó enfermo de cuerpo,
muy enfermo. El Mediterráneo, en aquel mes de febrero estaba muy frío, tanto
que según algunos documentos de la época, hería de muerte a los españoles
exhaustos que había cruzado la frontera, la mayoría a pie – él también lo hizo
y rechazó el coche que le ofrecieron – en solidaridad con los que no tenían
nada.
Colliure, estos días de febrero
no sé si habrá recibido a mucha gente de las maneras más variopintas, - creo
que se me entiende - bajo el recuerdo de don Antonio que descansa allí en
cuerpo. Su alma vive por las tierras de España…
No hay comentarios:
Publicar un comentario