Quinta de los Molinos. Madrid
21 de marzo, lunes. Pasear por Madrid, por la tarde, a finales de
invierno, a esa hora en que el sol dora arreboles sobre las cumbres del
Guadarrama, es una experiencia única. Esos atardeceres los pintó Velázquez y dejó
la profundidad y el colorido en sus lienzos.
El parque de la Quinta de los
Molinos está casi al comienzo de lo que se llamó Carretera de Aragón. Ahora los
tiempos cambian. Se llama Barrio de El Salvador, en el distrito de San
Blas-Canillejas. Se accede por varios sitios, pero la parada de Metro más
cercana, es la estación de Suanzes, en la línea 5, en el número 527 de la calle
de Alcalá…
El parque tiene dos partes. Una
artística y monumental, en la norte; otra, de labor. Está sembrado de plátanos
orientales, olivos, pinos y eucalitos. La estrella del parque, los almendros.
Florecen entre mediados de febrero y marzo. En este espacio de tiempo, son
exponentes de la Gracia de Dios.
Los almendros hacen que este
paisaje no se pueda confundir con ninguno. Hileras tiradas con cordel.
Geometría y campo de la mano. Floración exuberante, colorido. Reverbera el
color blanco; zumban las primeras abejas. Hay cantos de pájaros y arrullo de
torcaces picoteando la yerba que apunta en los bordes de los caminos, entre las
calles espaciosas y amplias de almendros.
Hay que deambular, perderse,
dejarse ir por donde se apetece. Rincones, estanques, pequeños vericuetos con
alhelíes, lianas, lirios, enredaderas…
De vuelta a la calle – se puede
salir también por la calle Juan Ignacio Luna de Tena, en la zona norte; por el
este, Avenida 25 de septiembre; por la Avenida Miami, por el Oeste – a la calle
de Alcalá uno se topa de cara con la bulla, la prisa y el ruido sordo de la
ciudad. Es la vorágine. Coches, gentes, terrazas… A eso le llaman civilización.
El parque fue un espacio
propiedad del marqués de Torre Arias. Lo abandonaron a su suerte, y años
después el Ayuntamiento, mediante acuerdos urbanísticos, lo recuperó para la
ciudad. Madrid tiene varias rosaledas, dos son únicas: la de Cecilio Rodríguez
y la del Parque del Oeste; espacios verdes admirables: El Retiro, la Fuente del
Berro, las riberas del Manzanares, el Juan Carlos I, el parque de Roma… Otros,
desconocidos pero soberbios: la Quinta de los Molinos o el Parque de El
Capricho en la Alameda de Osuna…
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