martes, 8 de marzo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jardines


                                     


8 de marzo, martes. El agua es la protagonista. En los jardines islámicos, además, su esencia. En la Historia de la jardinería tres hitos marcan momentos diferentes, distintos. Unos, lejanos en el espacio y en el tiempo; otros, más cercanos, pero todos tienen dos hilos que los unen: el agua y la intimidad.

Los jardines mesopotámicos, los de Persia y Babilonia, marcaron momentos por los que suspiraba la humanidad dentro de su sensibilidad por estos temas. De los dos se sabe más por lo que se piensa que pudieron ser, que por su conocimiento real.

Se intuyen los jardines persas por los cuentos de mil, de miles de noches donde imperó el amor, la sensualidad, la interrelación humana que hicieron posibles la continuidad de la especie. De los jardines colgantes de Babilonia la literatura contó todo lo que los hombres soñaron que pudieron ser.

Los árabes en su expansión hacia Occidente, se encargaron de traer mucho de todo aquello. Hoy la mejor representación del jardín islámico está en Granada. El Generalife es la presencia de todo un mundo donde lo más difícil es abstraerse del ensueño que provoca el vergel y el rumor del agua.

Canalizaciones por los lugares más recónditos la conducen hasta hacerla protagonista e imprescindible. El aforismo dice que el agua es vida. Hay algo más, el agua les da la vida. Sin ella, todos esos jardines tendrían por supuesto belleza, pero sería una belleza diferente.

Hay otro elemento que va también en su esencia: la intimidad. Vegetación exuberante.  Granados, mirtos, arrayanes, almeces, magnolios, nogales… recubren el espacio. Entre ellos, canalillos de agua. Se percibe el rumor, se intuye su discurrir cuando saltarina, salva espacios y desniveles o brota en los caños de las fuentes….

Nunca faltan el colorido de las flores, sobre todo, de las rosas – “¡ay mi rosa de la Alhambra (…), cantó Miguel de Molina, haré lo que tú me mandes / con tal de que fueras mía” –, gorjeos de mirlos, jilgueros, piar de gorriones en sus persecuciones continuas entre los tupidos cipreses, pájaros que no se ven pero se escuchan, se sienten cercanos, guardianes del embrujo de cada momento, complemento imprescindible en los jardines…

Los jardines modernos ponen una nota diferenciadora en la vida del hombre. Una ciudad sin jardines es un conglomerado de cemento, de edificios. En todos, quizá de manera diferente, tampoco puede faltar el agua… porque entonces le falta la vida.

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