martes, 22 de marzo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Polvo en los zapatos

 

 

      

Manifestación en Madrid, domingo 20 de marzo 2022


“Campo, campo, campo. / Entre los olivos, / los cortijos blancos”. Lo vio don Antonio Machado. También vio cómo venía la lechuza a beber en el velón de aceite de Santa María. El maestro Barbeito, veía en los olivos de Bailén, los primeros de Andalucía, a un escuadrón, en posición de firmes que presentan armas en el recibimiento a los viajeros que se adentran por Despeñaperros.

Hace unos días el campo – agricultores, ganaderos, cazadores… -  se ha presentado en las calles de Madrid. Desde Atocha hasta Nuevos Ministerios, han subido por la Glorieta de Carlos V, Paseo del Prado, Plaza de Cánovas, que por cierto era malagueño, Cibeles, Recoletos, Colón – al que todavía andan buscándole el sitio de nacimiento – y Castellana….

El hombre del campo siempre puso la espalda esperando el garrotazo del hambre, del señorito, del impuesto, del temporal, del intermediario…, ahora ha puesto sobre las calles de Madrid su hombría de bien. Han ido a lo que han ido. Ni un incidente, ni una bandera ofensiva, ni un escaparate apedreado y roto, ni un comercio saqueado, ni un coche volcado, ni un servidor del orden herido, ni un jardín destrozado, ni un banco fuera de su sitio…

El hombre del campo ha puesto sobre el asfalto su hastío, su impotencia, su clamor. No puede aguantar más. Yo, a los hombres del campo que conozco son los que tienen arrugada la cara de pasar frío y calor y las manos encallecidas; de los que saben de madrugadas bajo las estrellas; de los que no pueden pagar el jornal, y de los que viven de ese jornal que no les llega; de las mujeres que esperan el regreso, porque hay que echar la casa adelante y los niños están ahí…

Mi abuelo decía que el campo tenía mucho aguante. Todo el que se arrimaba al campo como mínimo, al regreso, llevaba polvo en los zapatos. Esos hombres del campo saben lo que llevan pasado y soportado.

Coincidí por la carretera con muchos autocares que regresaban a los pueblos de Andalucía. Me acordé de don Quijote cuando Cervantes hablaba que, por aquella tierra, a la hora del alba salió al campo tan ufano, tan contento que de puro gozo le reventaban las cinchas del caballo. Ésta era otra hora, la del crepúsculo. No sé su grado de satisfacción. Solo me asaltada una pregunta. ¿Y ahora qué?

 

 

 

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