15 de
marzo, martes. Don Manuel Machado definió a Córdoba como “romana
y mora”. Es verdad, pero es también, algo más. Andar como perdido, como cuando
no se va a un sitio determinado sino a donde los pasos encaminen por los
alrededores de la Mez
quita, o sea por la judería, deja constancia de un pasado
histórico muy rico.
Córdoba fue también judía.
Vivió una época de esplendor cuando las tres religiones: cristiana, judía y
musulmana, convivieron en la ciudad. No siempre esa coexistencia fue pacífica.
Sufrieron entre ellos la intransigencia y la intolerancia que algunas veces
como la cizaña en los trigales, aparece y no se sabe la causa.
En la plaza de Tiberiades
levantan un monumento a Moisés ben Maimón, Maimonides,
(Córdoba 1138 - El Cairo 1204) filósofo
y médico judío.
Su familia fue obligada a convertirse al islam y al final, él mismo tuvo que
abandonar la ciudad durante la persecución almohade.
La puerta de Almodóvar formaba parte de las
murallas que protegían Córdoba. Era el límite de la judería y a ella se llega
por un laberinto de calles. Buen Pastor, Deanes (¿cabe más señalamiento
cristiano?), Manríquez, Tomás Conde, Callejuela de la Hoguera (lo dice casi
todo), Almanzor, (caudillo con más poder incluso, que el califa) o calle del
Romero, exponentes de la existencia de las tres culturas a través del tiempo.
Forman un dédalo por las que difícilmente entra el sol,
Las ciudades tienen también signos
identificativos. Algunas son inseparables de sus ríos. El Guadalquivir es algo
sin el que Córdoba sería otra cosa. Como Toledo sin el Tajo, Londres sin el Támesis,
Soria sin el Duero o París sin el Sena.
La hilera de vegetación de ribera, marca su
curso. Por Córdoba el río hace un meandro, bueno, varios meandros pronunciados.
A lo largo de los tiempos, las gentes de ambas orillas decidieron construir
puentes para facilita la comunicación a los dos lados. Puentes de piedra
entonces, modernos los de hoy…
El final del invierno, cuando la arboleda
comienza a vestirse le confiere un encanto diferente, especial, sugerente para
soñar como se cumple aquello del poeta: “a la vez quieto y en marcha”. Y a
media tarde, deja que en su vegetación exuberante se refugien los patos, se posen
en sus ramas los cormoranes o el viajero sueñe con lo que fue, con lo que es en
la actualidad, con su propia vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario