domingo, 3 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Turistas



Era una mujer de edad madura. Más bien alta, sobresalía en estatura del resto de personas que la acompañaba en el grupo. Labios carnosos, ojos grandes, protegidos con gafas de sol. Detrás de los cristales tintados se adivinaban expresivos…

La señora vestía una blusa de  color rojo y pantalón negro. Bolso y zapatos a juego. Le daban una belleza diferenciadora. Pendientes discretos realzaban la belleza de su cara redondeada y  rematada con barbilla redondeada. La hebilla del cinturón ponía una nota plateada…

El grupo avanzó por la Alameda. El entramado de ramas y hojas de los plátanos propiciaban sombras agradables, reconfortantes.  Atrás, al fondo, la iglesia de la Merced. Como siempre, cerrada. Un poco más al centro, una estatua recuerda al hijo ilustre: Pedro Romero. Dos figuras de época propia del XIX componen el resto de la decoración

Tres hombres sentados en un banco dejaban pasar las horas.  Jugaban los niños. Otros turistas subían o bajaban según llevaban en el  programa de visita:

-         ¿La Plaza de Toros?

-         Siga, al fondo, a la derecha.

El grupo donde iba la señora de la blusa roja bajó hasta la barandilla del balcón que sobrevuela el vacío sobre el Tajo.  Comentarios de asombro.

-          Y ¿a usted, no le da miedo?

-         Un poco, señora, un poco de respeto, desde luego que sí…

-         Es que a mí me da vértigo.

-         No  pasa nada. Acérquese con precaución. La experiencia es única.

 Al fondo la Serranía. El campo en todo su esplendor ahora que toca a coronación de puerto de primavera… Abajo, un precipicio enorme…

-         Bordeen todo el perímetro. Les merece la pena. Cuando lleguen al puente miren  a las dos vertientes… y crucen hacia Santa María la Mayor y piérdanse, déjense llevar y…

El grupo se alejó. Bordeó. Se detuvo delante de los monumentos a Orson Welles y a Hemingway.  Se perdió entre otros grupos de los que cada día confluyen en Ronda, la de los toreros macho, la de la Real Maestranza de Caballería, la del Niño de la Palma, Rilke y Vicente Espinel, la que roba el corazón de quien se enamora de ella para que vuelva una vez y otra y otra…





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