jueves, 28 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueño entre luces



William Jacob, viajero inglés de principios del siglo XIX, dejó una descripción de su paso por Álora. Vino con España en plena Guerra de la Independencia. Contó lo que vio por las tierras del sur y lo dio a conocer, a modo de cartas, publicadas en Londres. En algunas de ellas el retrato de personajes y paisajes son de una nitidez que asombra.

Desde Antequera llegó a Álora; luego, pasó a Casarabonela. Dejó escrito que ‘tras cuatro leguas desde Antequera alcanzamos Álora…” tampoco es cuestión de precisión en las distancias pero sí que dice que las calles están inclinadas, que la ciudad, entonces, contaba con cuatro mil habitantes, lo que era una población muy considerable y que los acogieron con gran benevolencia hablando bien del forastero y mal de los propios… Normal, en aquel tiempo y en los que corren.

José Vicente, en la página “Álora, Historias y Leyendas” de la que es administrador inserta una descripción del autor más extensa y llena de apuntes muy interesantes para conocer cómo éramos o cómo lo percibió el viajero inglés…

Marilina la ha recogido de otra manera. Ha visto eso que todos miramos y solo ella ve y nos lo ha mostrado desde el objetivo de su cámara para que cada uno en su ‘almario’ deje encerrada las vivencias que le hace brotar dentro.
 Nos la muestra insinuada entre los cerros de las Torres y el Calvario. Se empina el campanario de la iglesia que quiere alcanzar un cielo imposible que “vivo sin vivir en mí” y quiere alcanzar el azul de la altura y muere porque no muere y entrega su corazón y quiere querer… Y hace suya toda la mística de la literatura para hacer una oración de alba, de mediodía, de vísperas cuando se va la tarde…

Se acuna la Historia en el castillo. Otea horizontes y vientos. Él, que ha vivido gracias a la muerte, sigue ahí desde hace tanto tiempo que ni se acuerda… Le habla de tú a la ermita del Calvario, joven y pregonera de su cal blanca a cuantos quieran admirala…

Y ella, ahí, sueño entre luces, espera y espera y se ofrece y se da generosa a cuantos quieran comprobar que sí que sus calles son inclinadas y que nunca se sabe si suben o bajan…




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