Tranquilos. No se preocupen. No
tengan zozobra. No les atormento con eso
de lo que ustedes ya tienen empacho. Estamos hasta más arriba del moño
de Bale, de eso que dicen que tenía la señora Bernarda, de las escarda del
Lelo, y de…
No hay tampoco sitio para el de la nuez pronunciada. Quiere dinero, más dinero, ni para el jeque que nos lleva a mal traer a los
malaguistas. La cosa tiene bemoles, cuarenta y tantos días descendidos y el
hombre soñando con estrellas en los desiertos cálidos de la península de
Arabia…
No va a pasar por aquí el
‘divino calvo’. Ha tocado la gloria de conquistas fuera de las fronteras. De puertas
para adentro la cosita se ha pasado de castaño a oscuras… Señoritos con parné,
mimos por todas partes y los nenes que eso, que con quien nos toca el domingo,
porque no nos importa mucho saber del calendario en esa feria en la que
cobramos y ¡de qué manera!
Las cotorras, pajarillos
verdes venidos de otras tierras, – ¿reflejo de la realidad que alumbra?- son verdaderos tormentos en algunas
ciudades. Han tomado medidas. No hay quien las aguante. Han salido los
defensores. De exterminarlas nada de nada. Ponen una nota de color y un canto
muy desagradable, pero…
Se han cebado las tormentas con
algunas ciudades. En Salamanca los coches flotaban por las calles casi con la
misma rapidez con que navegan las lanchas del narco en la Bahía de Algeciras.
Claro, en la tormenta manda la naturaleza
y en lo otro ya se sabe quién manda.
Ha habido accidentes con
víctimas de niños. Iban de excursión. Unos se acercaron a la mar grande esa que
toca las orillas de Europa con una mano; con la otra, América. Dice el
periódico que iban a Valdelagrana. Buscaron la montaña otros muchachos. Que si
una charca que no estaba señalizada y
protegida, que… ¡vaya usted a saber!
Alguien acuñó un dicho. No sé
quién es el autor. Tampoco importa demasiado. “Detente, mundo, que voy a
bajarme”. Si fuese posible… ¿A que
entran ganas?
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