jueves, 7 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Yo mal, y ¿usted?



Lo cuenta el Maestro Alcántara. Santiago Rusiñol, el magnífico escritor – no sé si más bueno aún que pintor –  cae enfermo.  La familia ve que las dolencias son serias. Buscan un médico. Lo llevan a casa. Santiago se niega a la visita:

-         Decidle que no puedo recibirlo porque me encuentro mal.

No tienen buena literatura algunos médicos.

-         ¿Sabes? Le dice uno, a otro.

-         ¿En  qué se parece un médico al número 111?

-          No. No lo sé.

-          Está claro: empieza con uno, sigue, con uno y termina con uno…
Tampoco la tienen algunos pacientes. Hipocondríacos,  se sienten a gusto con algo de patología. Claro, que no sea la cosa muy seria porque entonces...
El hombre iba a diario a la consulta, ‘a por recetas’. Falta a la cita durante un tiempo.

-         Te he echado de menos – ya le tuteaba –  estos días, le dice el médico…
-         Don Francisco, es que he estado malillo…

Tenemos una de las mejores medicinas del mundo. Los profesionales poseen un alto grado de formación y de responsabilidad. No siempre encuentran la comprensión adecuada.  La administración es otra cosa. El mastodonte burocrático lo paraliza todo. Llegan noticias de pifias de difícil explicación. 
Otras veces, son temas delicados. Citas que llegan después de haber pasado un largo tiempo de que el paciente había dejado de padecer.

Son continuas las quejas de algunos usuarios en las puertas de las consultas.
-         ¿Qué?, ¿qué te ha dicho?

-         Ná, como siempre, ni siquiera me ha mirado…

Otras veces, la incultura del demandante se pasa…

-         Que vengo a que le recete a mi niña unas vitaminas para que le abran las ganas de comer…

-         Mujer, dice pacientemente el profesional. Las vitaminas son otra cosa. No sirven para estimular el apetito…

-         Po a la niña de mi vecina se las ha mandado usted y le han caído muy bien…

Sale despavorida. Se encuentra con la amiga…

-         ¿Qué?

-         Ná, ni me escucha. Me tiene manía. Me voy a cambiar con… ¡Es más ‘apañao’!
-         Anda, vámonos a tomar un cafelito con churros. Me tiene dicho que pierda kilos pero hija, yo ni caso, como no me quiere mandar un régimen…




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