Bernardo Ferrándiz nació en Valencia. Estudió en la Escuela de
San Carlos. Convivió con Fortuny en París, y en Madrid con Madrazo. Su llegada
a Málaga – mediación del XIX – es
providencial para el florecimiento de una escuela pictórica. Él va a ser su
impulsor. Aparecerán grandes pintores.
Es la Escuela Malagueña del Siglo XIX
La ciudad de Málaga ha rotulado
con sus nombres algunas calles. Al maestro, casi a los pies de Gibrafaro, en la
Victoria. A otros en el barrio de Zamarrilla: José Navarro, Blanco Coris, José
Gatner, Pedro Saénz… Algunos sin su
nombre en las esquinas. La nómina sigue con Moreno Carbonero, el de mayor
celebridad. Nogales, Simonet, Martínez de la Vega, Ocón, Muñoz Degrain, Denis
Belgrano…
Varios inconvenientes truncan esa
Escuela. La muerte natural de casi todos antes de la mediación del siglo XX, la
llegada de la dictadura con un parón en el arte, y las nuevas corrientes como las impulsadas
por otros malagueños, Picasso o Moreno Villa muy alejados del realismo que
ellos propugnaron.
Hay una gota suelta, fuera de
ese tiempo en el océano de la pintura malagueña. El niño nació en calle Cózar,
lo bautizan, como a Picasso, en Santiago;
a Nogales en San Juan. Son niños que crecen en el centro de la ciudad,
donde en aquel entonces había “más de cien tabernas y una sola librería”.
Leonardo Fernández, apunta.
Acude a clase con Juan Baen; luego, vuela solo. Hoy es el único representante
de aquella escuela. Es la gota perdida en el cristal del tiempo por el que baja
y deja esencias.
El
agua del grifo que goteaba en el patio de vecinos cuando niño, vida sobre la
orza de barro vidriado, el plato de cerámica, bodegones, o los racimos de uva sensuales:
todo es arte.
A
sus cuadros afloran los colores. Azules,
celestres, blancos amarillos… Es el encaje de la mesa, el nácar de las olas en
la bahía que compiten con las sirenas susurrantes de los barcos…
Tiene
Leonardo Fernández, además una extensa colección de obras de carácter
religioso: carteles, Viacrucis, o la magnífica obra, el ‘Bautismo de Jesús’ que
donó al pueblo de Álora. Allí el Jordán es Guadalhorce y entronca el mensaje
bíblico con la realidad del pueblo. Leonardo Fernández desde la orilla de mar
de Ulises es la gota de nostalgia en la pintura malagueña…
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