viernes, 29 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.Abejas



Liban las abejas desde las primeras luces del alba. Han llegado a falsa parrita que, sobre la alambrada que bordea la huerta, cubre parte del perímetro. Las abejas desde muy temprano lo andan todo.  Algún colmenero ha puesto las colmenas cerca de un lugar donde hay agua…

No cogen el río lejano. Va también agua por los canales de riego que en este tiempo de verano son regueros de vida hacia los cultivos: cítricos y hortalizas se fertilizan con ella. Dicen, los que saben, que las colmenas tienen que estar cerca de donde haya agua.

El zumbido tenía una música sorda, especial. Se sabe de su presencia porque el leve aleteo de las alas ponen unas notas especiales a estas horas de la mañana. Liban. Cargan sus pequeños pelillos, casi imperceptibles para el ojo humano y no cesarán en sus viajes hasta la colmena para depositar allí el polen que luego será miel.

Las abejas tienen muchas cosas en su contra. Pesticidas, en una agricultura de competencia que acude a los mercados con frutas no siempre sabrosas y con el grado de madurez incompleto.  Los abejarucos que ya se las andan en las cárcavas y en los taludes del arroyo…; otros insectívoros que hacen de ellas su plato preferido.

Se han volado los pataletes del nido de jilgueros que estaba en el ciprés de la esquina. Ahora son pajarillos libres. Luego, a medida que avance el verano, estarán sobre los pinchos de los cardos, sobre los pompones florecidos, secos y morados de los alcauciles y volaran con impulsos miméticos hacia otros campos, bajo otros cielos.

Este año se han visto muy pocas golondrinas. ¿Se habrán hartado de nosotros? Tratamos con demasiada crueldad a la naturaleza y cada día les ponemos más difícil su presencia. Puede que  cada día nos cueste más asombramos con su vuelo rápido, casi a ras del suelo y con una capacidad de regate asombroso.

El campo se queda sin pájaros. Ojalá las abejas que esta mañana libaban al amanecer sobre las flores que serán frutos de la parrita salvaje cuando el otoño los vista de ese color dulce, tibio, como el amor soñado que no llega nunca, estén siempre con nosotros.





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