viernes, 8 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pueblo



El pueblo, lo que se dice el pueblo,  es un puñado de casas esparcidas a voleo entre la tierra y el cielo. Un chorreo de gotas desprendidas de la Vía Láctea, que un día cualquiera decidió posarse como gotas de rocío mañanero en la cresta donde se quiebran los vientos.

El pueblo, lo que se dice el pueblo, ha dejado que sus casas de desparramen, desde las ladera de  El Hacho hasta el Cerro de las Torres y entonces, él como un acurruco de sueños, ha crecido lentamente como crecen las cosas importantes con el paso del tiempo y se ha quedado ahí, en su sitio.

Espera desde no se sabe cuándo. Ve muchas veces, cómo pasan las nubes por el cielo azul, caminos de otros campos, de otros pueblos. Son nubes que vienen de alguna parte y van a algún sitio, y él, con paciencia de siglos las saluda y les desea ese buen viaje, que es lo que siempre se les desea a quien va de paso.

Sus casas, blancas. Se asoman al precipicio. Sus casas nunca tienen miedo. Desde la lejanía, si se ven desde la otra orilla del río, porque el pueblo tiene un río grande, bravío en ocasiones, en otras, remanso de quietud y caracoleo de anhelos, sus casas, les decía son pespuntes de una vainica doble entretejida con sueños.

El pueblo está – como todos los pueblos – en medio del campo. Por las orillas de la vega, frondosidad de huertas, vergeles de verdor salpicados de casas ahítas de cal. Si es desde poniente, o sea, desde las faldas del Monte Redondo, desde el Baece - ¡pedazo de historia hecho recuerdo! – o desde Canca saca su pasado ibero, romano o moro. Esos que vinieron de lejos y dejaron ‘alma de nardos’…

El pueblo, lo que se dice el pueblo, es torre de iglesia que quiere trepar hasta la altura y un punto de historia en el castillo que luego, “Álora, la bien cercada / tú que estás en par del río…” cuando se terminaron los cercos quedó ahí para deleite, para santo y seña, para dejar que a sus pies comenzase a brotar un albaycin blanco, barrio peculiar y propio…

El pueblo, lo que se dice el pueblo, es encantamiento y poesía hecha cal blanca, y gente que camina y tiene su cantar que, como el romance, solo dice “a quien conmigo va…”




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