El pueblo, lo que se dice el
pueblo, es un puñado de casas esparcidas
a voleo entre la tierra y el cielo. Un chorreo de gotas desprendidas de la Vía
Láctea, que un día cualquiera decidió posarse como gotas de rocío mañanero en
la cresta donde se quiebran los vientos.
El pueblo, lo que se dice el
pueblo, ha dejado que sus casas de desparramen, desde las ladera de El Hacho hasta el Cerro de las Torres y entonces,
él como un acurruco de sueños, ha crecido lentamente como crecen las cosas
importantes con el paso del tiempo y se ha quedado ahí, en su sitio.
Espera desde no se sabe cuándo.
Ve muchas veces, cómo pasan las nubes por el cielo azul, caminos de otros campos,
de otros pueblos. Son nubes que vienen de alguna parte y van a algún sitio, y él, con paciencia de siglos las saluda y les desea ese buen viaje, que es lo
que siempre se les desea a quien va de paso.
Sus casas, blancas. Se asoman
al precipicio. Sus casas nunca tienen miedo. Desde la lejanía, si se ven desde
la otra orilla del río, porque el pueblo tiene un río grande, bravío en
ocasiones, en otras, remanso de quietud y caracoleo de anhelos, sus casas, les decía son pespuntes de una vainica doble entretejida con sueños.
El pueblo está – como todos los
pueblos – en medio del campo. Por las orillas de la vega, frondosidad de huertas,
vergeles de verdor salpicados de casas ahítas de cal. Si es desde poniente, o
sea, desde las faldas del Monte Redondo, desde el Baece - ¡pedazo de historia hecho
recuerdo! – o desde Canca saca su pasado ibero, romano o moro. Esos que
vinieron de lejos y dejaron ‘alma de nardos’…
El pueblo, lo que se dice el
pueblo, es torre de iglesia que quiere trepar hasta la altura y un punto de historia
en el castillo que luego, “Álora, la bien cercada / tú que estás en par del
río…” cuando se terminaron los cercos quedó ahí para deleite, para santo y seña,
para dejar que a sus pies comenzase a brotar un albaycin blanco, barrio peculiar
y propio…
El pueblo, lo que se dice el
pueblo, es encantamiento y poesía hecha cal blanca, y gente que camina y tiene
su cantar que, como el romance, solo dice “a quien conmigo va…”
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