martes, 5 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aires



Hoy el aire venía del mar. Lo anunciaba la bandera que ondea en el tejado de la casa que está en la recta de Los Llanos, junto al borde de la carretera. Es una bandera que colocaron ahí cuando el Mundial de Sudáfrica. No sé  por qué extraña razón, ha pasado mucho tiempo y aún no la han quitado. No está descolorida, a pesar que sol del verano es muy puñetero y puede con todo.

A mí me vale de veleta orientadora. Es más, casi me sirve de anemómetro sin que tenga escalas. Solo con ver cómo se mueve, me dice si es el día está propenso para poder utilizar la mochila, qué intensidad trae,  o desde dónde arranca el viento.

Hay otra señal que tampoco falla. Cielo azul y limpio, aire del norte; si el cielo tiene nubes y da sensación que puede llover dentro de un rato, entonces es levante. La gente de campo usa un refrán que no falla nunca: “el levante las mueve y el poniente las llueve”. Las nubes de poniente entran desde Alcaparaín. Vienen de lejos. Nubes deshilachadas y sin forma. Ponen el cielo entelerañado, luego, toman cuerpo. Puede que llueva.

Son las nubes más deseadas en otoño. Las borrascas atlánticas, si entran por el Golfo de Cádiz para nosotros es agua segura, si entran más altas, una corriente ‘en chorro’ que no sabemos qué puñeta es las desvía hacia el norte y tocan, como de refilón, y se ven pasar y pasar…

Esta mañana, el aire que venía del mar puso una nota especial. Todo estaba fresco. Los pajarillos que ahora incuban en los nidos, permanecían echados. Estaban al abrigo del calor del dulce hogar de pajitas puestas con sumo cuidado. Tengo una duda. ¿Dónde pedirán la licencia de obras estos pajarillos? No demos ideas, no sea que le suban las tasas.

Han ladrado los perros. Parecía que el mundo se hundía. Todo era espejismo. Por frente, por la ladera que está al otro lado del arroyo, subía hacia  el monte  un cabrero. El hombre llevaba varios perrillos para conducir el hato. Se ve que están marcados los territorios. No se admite presencia de otros que puedan enseñorearse del terreno. Las cabras careaban. Había una sinfonía de latón de cencerras. El aire venía del mar…




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