Hoy el aire venía del mar. Lo
anunciaba la bandera que ondea en el tejado de la casa que está en la recta de
Los Llanos, junto al borde de la carretera. Es una bandera que colocaron ahí
cuando el Mundial de Sudáfrica. No sé
por qué extraña razón, ha pasado mucho tiempo y aún no la han quitado. No
está descolorida, a pesar que sol del verano es muy puñetero y puede con todo.
A mí me vale de veleta
orientadora. Es más, casi me sirve de anemómetro sin que tenga escalas. Solo
con ver cómo se mueve, me dice si es el día está propenso para poder utilizar
la mochila, qué intensidad trae, o desde
dónde arranca el viento.
Hay otra señal que tampoco
falla. Cielo azul y limpio, aire del norte; si el cielo tiene nubes y da sensación
que puede llover dentro de un rato, entonces es levante. La gente de campo usa
un refrán que no falla nunca: “el levante las mueve y el poniente las llueve”.
Las nubes de poniente entran desde Alcaparaín. Vienen de lejos. Nubes
deshilachadas y sin forma. Ponen el cielo entelerañado, luego, toman cuerpo.
Puede que llueva.
Son las nubes más deseadas en otoño.
Las borrascas atlánticas, si entran por el Golfo de Cádiz para nosotros es agua
segura, si entran más altas, una corriente ‘en chorro’ que no sabemos qué
puñeta es las desvía hacia el norte y tocan, como de refilón, y se ven pasar y
pasar…
Esta mañana, el aire que venía
del mar puso una nota especial. Todo estaba fresco. Los pajarillos que ahora
incuban en los nidos, permanecían echados. Estaban al abrigo del calor del
dulce hogar de pajitas puestas con sumo cuidado. Tengo una duda. ¿Dónde pedirán
la licencia de obras estos pajarillos? No demos ideas, no sea que le suban las
tasas.
Han ladrado los perros. Parecía
que el mundo se hundía. Todo era espejismo. Por frente, por la ladera que está
al otro lado del arroyo, subía hacia el
monte un cabrero. El hombre llevaba
varios perrillos para conducir el hato. Se ve que están marcados los territorios.
No se admite presencia de otros que puedan enseñorearse del terreno. Las cabras
careaban. Había una sinfonía de latón de cencerras. El aire venía del mar…
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