Por el contorno de la era estaba la huebra. A los
niños no nos gustaba cruzarla. Los terrones no eran propicios para unos pies
calzados con sandalias. La huebra aunque no la aparentaba tenía vida. Una vida
propia y no dejaba de sorprendernos.
Un año, en la hueca del olivo retorcido y
viejo, vimos cómo se adentró silenciosa
ese animal del que la gente huye por su maldición bíblica. A lo mejor aquel
tronco con tantos años y leñoso era el lugar donde ella pasaba el invierno al
resguardo de los fríos y nosotros lo desconocíamos.
Un año supimos que allí, casi
en mediación, anidó la perdiz. Lo descubrimos por casualidad. Cantaba, cada
mañana, al alba, muy temprano. Era un
reclamo que no veíamos pero que sí escuchábamos. Un día nos sorprendió al
levantar el vuelo muy intenso y corto, y
se dejó caer, sobre uno de los recodos
de la cañada… Nunca dimos con el nido ni vimos los perdigones.
Al final, casi donde se
entroncaban las cañadas, había un majano y en el majano unas palmas. Los
palmitos eran las delicias de los niños. Siempre andábamos a las caza de algún
hombre mayor que con una palmitera los sacada. Nosotros les quitábamos los
abuelos y llegábamos al corazón. Por Navidad la palma ofrecía su fruto. A mí
nunca me gustó la uva de palma…
En su mediación había una
higuera. Era una higuera de secano. Cuando por este tiempo, porque era una
higuera breval, comenzaban a rayarse las brevas y pregonaban su madurez, los
pájaros eran los primeros en visitarla al apuntar el día. Aquellos pájaros eran
los más madrugadores de toda la campiña. Algo parecido ocurría cuando
comenzaban, a mediados de verano, los higos...
Cuando la barcina llegaba a la
era los moreros rompían las gavillas y esparcían la parva. La cobra de yeguas
era preciosa. La más vieja, a la mano; las más briosas, en la punta. A los
niños nos gustaba sentarnos en el suelo del rulo y dábamos vueltas y vueltas…
Los hombres hacían hora para
aventar. Esperaban la marea en un chozajo de cañas y adelfas. El calor,
tórrido. El agua del cántaro, caliente… Mis primos me han dicho que tenemos que
ir un día por allí. Les he dicho que conmigo no cuenten. “Nunca vuelvas al
lugar donde fuiste feliz”.
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