Dicen que el hombre viene de no
se sabe qué mono. No se ponen de acuerdo. Dicen que si la manzana dichosa, que
si el Edén de verdes prados – no habían visto Andalucía en primavera, claro –
entre dos ríos… Dicen y dicen.
En un momento del que no se
sabe si fue por la mañana o por la tarde, Dios infundió a uno de aquellos monos
el habla. Ese mono se entendió con otros monos. Había nacido la palabra. Era el
alba de la humanidad. Ya era diferente a todos los demás monos.
A veces la palabra llega de
manera oral; otras, escrita. Alguna gente, habla bastante mal. (Hay quien entiende que
hablar mal es decir tacos, y viene a pelo aquello de “coño habla bien que no
cuesta una puta pela y quedas cojonudamente”). No, no va por ahí la cosa.
Habla mal porque no sabe
utilizar la palabra oportuna, precisa, la que pide el momento como cada toro pide su lidia, el pájaro el aire, la flor
el sol, la ola su orilla… Habla mal
porque el desconocimiento del vocabulario – la pobreza, aún mayor – es tal que
confunde enorme con tremendo, por ejemplo.
El Maestro Barbeito en su
artículo de ayer –“Mayo mayea” - nos dio una lección del vocabulario de mayo.
Hay gente a la que hay que leer por su saber, por lo que dice, por cómo lo dice
y por lo que enseña.
La prensa escrita, radio y televisiones
son hervideros de noticias. Cuando existían los teletipos era un repiqueteo
constante – una manera de anunciar que llegaba una noticia - en las redacciones. Ahora se hace de otra
manera. Cosas de los tiempos. Aparecen noticias buenas: los bomberos de Sevilla
absueltos en Grecia; otras, malas (esas, mejor las dejamos, ¿verdad?)
Las palabras se recogen en el
Diccionario. Hay una anécdota apropiada.
Nos la contó el Maestro Alcántara – siempre le llamamos Maestro entre
nosotros y cuando nos dirigimos a él -. Recién llegado a Madrid lo mandan a
hacerle una entrevista a Azorín que estaba en la cumbre. Cuando finaliza, le
dice: “Maestro Azorín qué libro me recomienda que lea?”. Usted, le respondió,
que se va a dedicar al oficio de escribir, lea el Diccionario”.
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