Radio
Nacional de España, los fines de semana, tiene un programa interesante. ‘No es un día
cualquiera’. De los que merecen que se escuchen. Ameno, divertido, ilustrativo.
La gente que interviene sabe de lo que habla. Un apartado lo dedican a los
textos de los clásicos…
Hace
unos días, muy temprano, tocaron la leyenda del Abindarráez y la bella Jarifa. Precioso, sin concesiones
a la galería de connotaciones innecesarias… Dieron a conocer una de las
historias de amor más bellas de la literatura castellana… Amor, fidelidad y
lealtad. ¡Quién lo diría en los tiempos de hoy!
Abro
el ordenador. José María Hidalgo en su
página sobre efemérides ocurrida por la misma fecha, también, tocó el tema.
Además, lo implementa con la muerte del Adelantado, Diego Gómez de Rivera, ante
los muros del castillo. Nace el romance fronterizo, ‘Alora, la bien cercada’.
Me
lo pide el cuerpo. Me voy al castillo. Subo por la calle Ancha – arteria de ese
albaicín blanco y único que marcará un hito en cuanto los vecinos se lo crean –
sometida a ‘remozamiento’ que está quedando preciosa.
Me
armo de amor de pueblo y les digo (Ustedes, seguro, que sabrán más que yo de
todo esto) que el castillo de las Torres corona el cerro. Ocupa un lugar
excepcional. Tampoco es novedad si se analiza para qué se construyó. Fueron
tiempos de miedos y defensas.
Esta
tarde, cuando el campo comienza a amarillear, desde su explanada, la vega
parecía adormecerse a medida que bajaba
la luz. Cuando me vengo por estas alturas siempre tengo recuerdos para
aquellos que dejaron, entre la bruma de los tiempos, los restos primeros.
Los
conocedores del tema hablan de iberos, fenicios y romanos. ¿Estará aquí debajo
la tan buscado Iluro?. Por los alrededores del final del primer milenio, árabes
y beréberes dejaron las huellas que ahora se ven.
Desde
el siglo XIX, fue lugar de enterramiento. Aquí se confundieron con la madre
tierra, sueños y cuerpos de los que sólo conservamos recuerdos. En su capilla -
lo que queda de aquella primitiva parroquia de la Encarnación – reciben
veneración y culto el Nazareno de las Torres y la Virgen de las Ánimas. Fe y
pueblo de la mano. Pueden comprobarlo…
Iluminado,
de noche, desde la lejanía el castillo es de una belleza sugerente e íntima.
Llama, evoca, sugiere… Es cuestión del estado de alma de cada uno.
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