jueves, 17 de mayo de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Recuerdos



Acaso vivir no sea más que abrir el álbum y pasar hojas. Fuera si fuese otoño correría la brisa y se habría venido la noche encima. Ahora no es otoño. La primavera está en todo su esplendor. Han encañado los trigos, se tornan amarillas las lomas, están verdes los pámpanos de la parra. Los rosales ponen notas de color. Están a punto de abrir los jazmines…

Esta tarde ha sido una tarde nostálgica. A veces los recuerdos tienen esas cosas. Nos pasan facturas. Ha venido Elvira. Elvira es una muchacha rubia en la flor de la vida. Me ha traído su invitación de boda. Hasta aquí algo normal de las que pasan cada día.

Elvira es hija de mi amigo Miguel Antonio Bootello. Mi amigo, hace  veinte años que se nos fue. Mi amigo y yo estábamos unidos desde la niñez. Luego vino la adolescencia y los años en que nos fuimos haciendo hombres…

Le he contado que en mi época de estudiante de magisterio, al mediodía de los jueves, me chupaba la última clase y nos íbamos a ver el entrenamiento del Málaga. No era algo ejemplar, pero éramos jóvenes y algunos gusanillos nos podían…

El álbum de los recuerdos es un tomo voluminoso cuando la edad avanza. En cada hoja hay un algo especial. Son los amigos. Se me fueron yendo. Es una puñeta eso que los amigos se te vayan yendo. Hay una tala en el bosque continuada y sin tregua.

Romero San Juan, - una pena que se nos fuese tan pronto – lo dejó dicho y cantado muy requetebién. “Pasa la vida” y pasa la gloria y pasamos todos.  Los ríos siguen su curso. Lo que ayer eran vivencias de juventud y uno creía en muchas cosas hoy son meras pinceladas en nubes de ensueño y, luego, vinieron los desengaños y ese sabor amargo que jalonó muchos días…

Abrir el álbum de los recuerdos trae estas cosas. Un hálito de añoranza flota esta tarde…




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