Este
año no me las he podido andar por la Feria del Libro. Cosas que pasan. La
Feria, eso tan usual cuando llega la primavera, que se hace norma en las
ciudades que se precian, este año no la he pisado. Seguro que no me ha echado
de menos. En la Feria a la gente se les invita, se les incita a la lectura…
Hay
unas estadísticas demoledoras. Las conocí hace unos días. Extremadura y
Andalucía, dicen los números, vamos a la cola de lectores en España. No sé. La
estadística es la más mentirosa de las ciencias exactas. Eso de que quien se
come dos pollos, y otro no los ve y luego resulta que nos hemos comido un pollo
cada uno, pues, eso…
Me
enzarzo con los libros que tengo a mano en la estantería cercana. (Mi mujer se
empeña en limpiarles el polvo exterior, dice que es malo para los libros. Mi
mujer lleva razón, pero es más malo no desempolvarlos del que se pueda acumular
en el interior).
Me
afano en releer ‘El cuaderno Gris’ de Joseph Pla. Me entusiasma y me engancha.
¿Cómo se puede describir tan bien? De Pla ya había leído su ‘Viaje a Pie’ donde
da conocer el Ampurdá. Ese fue el primero que vino a mis manos. En ‘El cuaderno
Gris’, lo borda. Uno, que no es más que
aprendiz de manchar papeles, se da cuenta de lo enorme que es su limitación. A
pesar de ello, continuo con este diario.
Tengo
gran parte de la obra de Pla. La encontré en Madrid hurgando por esas librerías
que tienen lo que no se encuentra en otras. Los grandes engullen a los pequeños
pero ahí siempre se encuentra algo… Y
¡qué satifacción!
Hace
unos días inicié la quinta lectura sistemática del Quijote. Cada día, sólo
leeré, un capítulo. Sin prisa. Sin pausa. Esta vez he cogido una edición de la Editorial Anaya.
Tiene letra grande y limpia. A cierta edad, ese detalle importa más de lo que
parece.
Ustedes
pensarán que soy un bicho raro. Están en su derecho. Lo soy…
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