lunes, 18 de septiembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Yerba

                                                          A mi amigo José María que añora las granadas dulces que se comía, de niño, por este tiempo, en su huerta de la Gavia.

No eran los años del cuplé, pero casi. Villanueva de la Concepción hoy es un pueblo pequeño en las faldas de El Torcal. Si hoy no es muy grande, entonces… Junto a Villanueva –  ya municipio – había un ramillete de pedanías: La Joya, Los Nogales, La Higuera…

Tierras de secano. Cuando se acercaba el otoño bajaban con bestias de carga – ni coches, ni carriles, ni ningún vehículo de motor por aquel tiempo… -  al  regadío. Buscaban una fruta de aguante, sabrosa. Aún no había naranjas y la granada era la fruta  reina. Crecía en las lindes de las huertas, en los vallados,  en los bordes de las acequias y desagües de riego y, suponía, además,  una ayudilla económica para los propietarios.

Mientras había fruto en la otra orilla del río, o sea, del río allá, nadie se atrevía a cruzarlo. El caudal que por aquel tiempo llevaba, lo poco agradable que resulta el agua para quien se ha criado en el secano y unido a que las bestias también mostraban un temor cierto al agua… retenía en la otra orilla a los posibles compradores que agotaban las existencias.

Los ‘del río acá’ sabedores que, cuando cruzaban el cauce, ya venían por claudicación, tiraban de la picaresca. Le daban a probar unas exquisitas – sabedores que el visitante era incapaz de distinguir las variedades  - pero, luego, les llenaban los cujones del serón con las de dienteperro ácidas y fortísimas…

Al final del verano en las huertas crece una yerba muy especial “el amor del hortelano”.  Se adhiere como una lapa al vello y a las ropas y si son de lana, entonces arrancarlas roza la heroicidad.

-          No entre usted aquí conmigo, le dijo, el agricultor que vestían un pantalón de pana antigua y repelente que aquí criamos una yerba que a nosotros nos conoce porque la hemos criado,  pero a los forasteros se les avanza…

      El hombre vio que estaba en la génesis del engaño. No solo no le hace caso; lo sigue muy de cerca.  Al momento, los pantalones,  un poema… No sale de su asombro:


-          Cuando yo llegue a mi partido y diga que la yerba aquí conoce a la gente, no me creen ni puesto en cruz.



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